Imaginación y buen humor son dos buenas armas para vencer la resistencia de nuestros hijos a probar nuevos sabores. ¿Quieres algunas ideas para tus pequeños muestren interés por la comida y se les abra el apetito? Pues toma nota!
1. Cocineros por un día.
Una vez a la semana, cuando no haya prisa, podemos dejar que colabore en preparar una comida familiar con algunos de esos alimentos que se niega a comer. Le pondremos un delantal y le asignaremos tareas apropiadas a su edad: cascar y batir huevos, remover, escurrir, etc. También puede ayudar en la presentación de los platos. Es difícil que se niegue a probar algo que él mismo ha cocinado.
2. Pizzas a su gusto.
Es una forma de familiarizarle con alimentos nuevos: le damos las bases (cuanto más pequeñas, más podrá preparar) y los ingredientes (entre ellos, varios que no haya comido nunca), y dejamos que él los disponga como quiera (con nuestra ayuda). La única condición es que todas las pizzas incluyan al menos un alimento desconocido.
3. Recetas imaginativas.
Hay muchos libros con recetas para niños que nos pueden ayudar a elaborar platos más apetecibles. Hablar con otros padres también puede darnos pistas de cómo cocinar esos alimentos que los niños suelen aborrecer. A veces funcionan trucos simples, como partir la naranja en trozos y rociarlos con una pizca de azúcar, o cortar el plátano en rodajas finas y servirlo sobre unas galletas maría.
4. Presentaciones divertidas.
La disposición de la comida en el plato puede ser un estímulo: se pueden componer caras, formas varia- das (un coche, un castillo, una flor, un animal…). Las frutas y verduras dan mucho juego por su colorido y variedad. Por ejemplo, se pueden fabricar minibrochetas ensartando trocitos de diferentes frutas en palillos, o presentar la ensalada con forma de cara: el pelo se hace con la lechuga, la boca con media rodaja de tomate, los ojos con dos rodajas de huevo duro, la nariz con una aceituna, las cejas con dos tiras de zanahoria, etc.
5. Degustación en casa.
Papá o mamá presentan una nueva receta que han cocinado. Los demás miembros de la familia hacen de críticos gastronómicos y, por turno, dan su opinión: si les gusta, si no, por qué, qué le falta, qué le sobra… También pueden jugar a adivinar los ingredientes. Para poder participar es imprescindible haberlo probado.
6. Improvisar cuentos.
Cada nuevo plato puede esconder una historia diferente. Por ejemplo, un ejército de valientes guerreros (los guisantes) debe atravesar montañas y océanos (las patatas y la salsa) para librar una dura batalla contra sus enemigos (las albóndigas).
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