Buenos modales en la mesa

Tan interesados estamos en que nuestros hijos coman de todo y sin rechistar, que a veces hacemos la vista gorda con las formas: “¿Qué más da si coge la comida con las manos? Con tal de que se acabe el plato…”.  Como si las formas no importasen. Y sí importan.

• El hábito de la alimentación que tratamos de inculcar en los niños no consiste sólo en enseñarles a comer de todo, sino en que lo hagan del modo adecuado. Al igual que hay unas horas y un lugar determinado para comer, existe una forma de hacerlo: hay que sentarse a la mesa, utilizar los cubiertos, etc.

• Las normas que rigen durante la comida muestran a los niños que el mundo funciona mediante reglas. Conocerlas les sirve para distinguir lo que está bien y lo que está mal, y eso les aporta seguridad.

• Tener buenos modales les ayuda a relacionarse mejor con los demás. En el futuro, serán una herramienta imprescindible para desenvolverse con éxito en sociedad.

No se trata de abrumar a los pequeños con un listado de normas de protocolo ni se pretende que memoricen absurdas fórmulas de cortesía. El objetivo es que interioricen unas pautas básicas de comportamiento que favorezcan un clima de respeto mutuo y, de paso, contribuyan a hacer más agradable la comida.

¿A qué edad empezar?

Entorno a los diez meses, el bebé ya es capaz de utilizar la cuchara: él solo puede llenarla y metérsela en la boca, aunque buena parte del contenido se quede por el camino. En los próximos meses, la actuación de los padres se centrará en lograr que el niño se familiarice con los cubiertos y adquiera autonomía en su manejo. No es momento de enseñarle modales como tal; hay que permitir que se ensucie, que coja alimentos con las manos o que juegue con los cubiertos. En esta etapa debe, sobre todo, experimentar.

Entre los dos y los tres años, el niño ya puede alimentarse solo perfectamente, maneja bastante bien los cubiertos (aunque aún necesita ayuda para usar el cuchillo) y disfruta sentándose a comer con los mayores. Es una buena etapa para empezar a enseñarle cómo comportarse en la mesa.

Ya podemos pedirle, por ejemplo, que se siente bien (no puede estar de rodillas, ni bajarse continuamente de la silla), que no coma con las manos, que no escupa la comida ni tire los cubiertos al suelo. También tiene edad para entendernos si le indicamos que no hable con la boca llena o no meta los deditos en el plato de los demás.

Igualmente, no es demasiado pronto para acostumbrarle a decir “por favor” y “gracias” cuando pide agua, pan o que le sirvamos un poco más.

Es obvio que al principio no podemos ser muy exigentes con los resultados. Los niños necesitan tiempo y práctica para aprender nuevas conductas. Puede que un día nos sorprendan con sus exquisitos modales y al día siguiente parezcan haberlo olvidado todo. Es normal, y no hay que desanimarse. A la larga, es más fácil transmitir a un niño pequeño las normas adecuadas, que corregir en un crío mayor un comportamiento inapropiado que se ha establecido hace tiempo. Así que cuanto antes abordemos el aprendizaje, mejor.

¿Cómo enseñarles?

Los siguientes consejos pueden guiarnos a la hora de inculcar buenos hábitos en la mesa:

• Comidas en familia. No hay nada tan valioso como el ejemplo de los padres. A la hora de la comida, nuestro papel es fundamental: debemos ejercer de modelos de conducta para los niños. Si nos ven comer sentados, utilizando correctamente los cubiertos, no hablando con la boca llena ni poniendo los codos sobre la mesa, ellos tenderán a copiarnos. Por mucho que el ritmo de vida nos imponga otra cosa, hay que intentar comer juntos a menudo.

• Más autonomía. Debemos estimular al niño para que coma sin ayuda, aunque tarde más y se ensucie un poco. Para adquirir destreza con sus manitas, para ser capaz de usar bien los cubiertos, de limpiarse la boca con la servilleta o de beber agua sin derramarla, tiene que poder practicar.

• Motivación. Intentemos que perciban la adquisición de modales como algo apetecible, como un reto (“¡Seguro que, como eres tan mayor, consigues no bajarte de la silla hasta acabar el postre!”) o como una novedad (“Ya eres grande y puedes usar el cuchillo igual que nosotros”). Los niños pequeños están deseando aprender cosas nuevas y agradar a los padres, y se entusiasman con las propuestas que les hacemos.

• ¡que no falten elogios! El pequeño merece nuestro reconocimiento cuando se comporte bien. La mejor recompensa es decirle lo bien que lo ha hecho y lo contentos que estamos por su buen comportamiento, por haber pedido las cosas por favor, por no hablar con la boca llena, etc. Si premiamos los comportamientos positivos, querrá repetirlos.

• Indicaciones claras. No resulta eficaz soltarle órdenes genéricas del tipo “Pórtate bien” o “Ya tienes edad para comer como una persona mayor”. Es mejor ir al grano, dar instrucciones concretas de lo que esperamos de él, por ejemplo: “Pincha la carne con el tenedor”, o “Antes de hablar, traga lo que tienes en la boca”.

• Metas pequeñas. No conviene darle diez órdenes una detrás de otra. Es preferible centrarse en uno o dos aspectos a mejorar (por ejemplo, usar los cubiertos). Cuando domine esta cuestión, podemos pasar a la siguiente (por ejemplo, masticar con la boca cerrada).

• A malas maneras, oídos sordos. Si gritamos y nos enfadamos cuando chupa el plato o sorbe ruidosamente, ve que puede captar nuestra atención. En vez de acabar con el problema, conseguimos lo contrario: que repita la conducta inadecuada cada vez que quiera que nos fijemos en él. Es mejor decirle, con calma, que no nos gusta lo que hace, y recordarle el comportamiento correcto.

• Un ambiente distendido. Los modales son importantes pero no deben convertirse en el principal tema de conversación ni en motivo de disputa durante la comida. La hora de comer debe ser fuente de satisfacción.

Cuando se pasan de la raya…

Algunos niños aprovechan el momento de la comida, cuando tienen público, para mostrar todo su repertorio de malos modales, a veces simples payasadas y otras veces auténticas guarrerías. ¿Cómo reaccionar?

•Una reacción desmesurada puede ser contraproducente: no frena sino que incentiva al niño a continuar. Conviene mostrar desaprobación, sin perder la serenidad ni prestarle una atención excesiva.

•Si insiste en su comportamiento, podemos elegir un castigo inmediato y avisarle de él. Por ejemplo, si tira la comida, tendrá que fregar el suelo y no podrá leer un cuento antes de dormir; si sigue eructando, se quedará sin chocolatina de postre.

•Tenemos que centrarnos en los buenos comportamientos. Cuando el niño se porte adecuadamente en la mesa, hay que reconocérselo: “¡Qué bien, qué mayor eres, hoy has estado toda la cena sentado; ahora vas a elegir el cuento que quieras”.

•Hay que ser coherentes al aplicar estas estrategias. Si queremos corregir una conducta inadecuada, tenemos que actuar siempre igual, no importa si estamos cansados. De nada vale ponerse serios un día y reírle las gracias al siguiente.

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