Todo es suyo.

¿A que es chocante verles ponerse como locos gritando “Mío, mío” o negarse de lleno a prestar algún juguete? El primer impulso es el enfado ante un comportamiento tan egoísta. Pero sería lo mismo que enfadarse porque no saben resolver ecuaciones. No son egoístas, simplemente no pueden pensar en el otro.

Una investigación reciente, llevada a cabo por la Universidad de Zurich (Suiza) y el Instituto Max-Planck para Antropología Evolutiva (Alemania), estudió las respuestas de 300 niños europeos de entre 2 y 8 años a diferentes opciones. Cada niño debía elegir entre que le dieran un caramelo a él y uno a otro chico o que le dieran un caramelo sólo a él. Se entiende que si el niño escoge la primera alternativa, no pierde nada, pero hasta los 4 años la abrumadora mayoría eligió que le dieran caramelo sólo a él. En las respuestas a otra opción, en la que los niños debían elegir entre dos caramelos para ellos o convidar a uno, se observa que a los siete años empiezan a elegir convidar. Y se muestran altruistas de verdad: eligieron convidar también cuando el otro niño era un desconocido, no sólo a los amigos.

Tal como los queremos. Pero ¿qué ha pasado para que hayan cambiado tanto?

¿Por qué no pueden compartir?

Porque antes tienen que constituirse en personas y enterarse de algunas cosas:

• No son seres conformados e independientes que tienen claro “este soy yo”, “ese es el otro”. Muchas veces pegan a otro niño y salen gritando: “¡Me ha pegado!”, y no están mintiendo, sólo que no tienen claro eso del yo y el otro.

• Para dar solución al conflicto que supone compartir necesitan adquirir tres destrezas: saber escuchar, tener suficiente vocabulario y poder reconocer sus emociones y las de los demás. Y esto no se da hasta, al menos, los tres años de edad.

• La idea de que algunas cosas tienen dueño y otras no tampoco la tienen clara. No es raro que cuando consigamos explicarles que “El cochecito es de tu primo, tú tienes tu tren”, nos pregunten de quién es el cielo o de quién el columpio. Poco a poco se van enterando de que hay cosas que son de todos, otras que son de uno y otras que no son de nadie.

Entender su manera de pensar sirve para ayudarles en su crecimiento y no ser injustos creyéndoles egoístas o malos.

Lo que no hay que hacer

Si nos ponemos en el lugar del niño de esta edad, veremos qué injustas resultan estas situaciones.

• Obligarles a prestar. Si nuestro hijo tiene dos cubitos para la arena y viene otro nene que no tiene ninguno, podemos intentar convencerle de que le deje uno, pero nunca obligarle o, peor, darle nosotros su cubito al otro niño. Si no respetamos su propiedad, ¿cómo va a entender que si un niño no quiere prestarle su juguete, él no debe arrebatárselo? Es fundamental respetarle si queremos enseñarle a respetar.

• Enfadarse y regañarles. Decirle que es malo o egoísta no le aclarará las cosas. Si no comparte es porque todavía no puede.

Cómo enseñarles a ser generosos

No es lo mismo indicarles una conducta a seguir, “Límpiate con la servilleta”, que guiarlos en una forma de ser, la generosidad, el respeto al otro, el ser buen amigo. Para que a los siete u ocho años

sean tan altruistas como los chicos del citado estudio, hay que tener en cuenta ciertas pautas.

• Decirles que hay que prestar y compartir. Hay que hacerlo en todas las oportunidades. Por ejemplo, en la situación del cubito, podríamos decirle al otro niño y a su madre, asegurándonos de que nuestro hijo nos escuche: “Él todavía no sabe prestar sus cosas, es pequeño. Cuando sea más grande, las prestará”. Así, sin violentarle en su decisión de no prestar, le vamos dejando claro qué es lo deseable.

• Enseñarles cómo se hace. Si se niega a dejar algo a un niño, podemos ponernos a jugar con el otro y decirle a nuestro hijo que para jugar con nosotros tendrá que aportar algo suyo.

• Mostrar generosidad. Ir a comprar un regalo para un cumpleaños es un acto de generosidad que podemos convertir en un momento educativo. Elegir un juguete para otro, con alegría, y comentar con el niño: “Qué contento se va a poner tu primo con este camión”.

• Asegurarles que las cosas especiales no se prestan. Hay cosas que no tiene que compartir, como su peluche para dormir o su chupete, igual que nosotros no dejamos nuestro coche o nuestro traje favorito.

• Reforzarles cuando comparten. Tenemos que premiar su comportamiento con frases: “Cómo me gusta cuando le dejas los juguetes a tu compañero, estoy muy orgulloso de ti”. Es importante hacer hincapié en lo divertido de la situación: “Qué bien lo has pasado jugando con tus amigos y compartiendo tus muñecos”.

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