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Como enseñarle a hacer cumplidos

Tener amigos es bueno. Las personas capaces de entablar relaciones y mantenerlas, de comunicarse con los demás, de hacer cumplidos y agradecer los halagos de los demás tienen muchas más posibilidades de ser felices y tener éxito en sus relaciones. Por eso conviene enseñar a los hijos el valor de la amistad cuanto antes. Y eso no se aprende de un día para otro, sino que se trata de un proceso de formación en habilidades sociales que el pequeño irá desarrollando poco a poco con la familia, los compañeros de colegio, los iguales.

Hacer cumplidos no es hacer la pelota. Forma parte de las habilidades sociales necesarias para relacionarse con los demás. Todo el mundo agradece la expresión de sentimientos positivos, porque eso significa que el otro valora algo nuestro, nos hace sentirnos queridos, genera simpatía y afianza los lazos de amistad.

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La expresión de las emociones

Definir el concepto de emoción es complicado aunque todos sabemos bien lo que significa porque cada minuto de nuestra vida está lleno de alegría, tristeza, enfado…, y porque nuestros recuerdos siempre están ligados a las emociones: lo bien que lo pasamos aquel día, la pena que nos produjo marcharnos, el daño que nos causaron determinadas palabras… Y lo mismo rige para los niños, porque ellos son capaces de experimentarlas desde que tienen unos pocos meses.

Los padres, al igual que educamos a nuestros hijos en aspectos básicos que les permiten desenvolverse en la vida, tenemos que darles una educación emocional que les posibilite expresar sus emociones. eso será para ellos fuente de salud y bienestar psíquico y físico.

Las emociones se caracterizan por producirnos una excitación o perturbación que nos predispone a una determinada respuesta. el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, “inventor” de la inteligencia emocional, las define como “estados afectivos, de expresión súbita y de aparición breve”. La emoción es un impulso que nos lleva a actuar de una determinada manera y que puede crear un efecto positivo o negativo sobre nuestra salud.

Las emociones básicas

Existen varias clasificaciones para las emociones. Los autores no se ponen de acuerdo al catalogarlas debido a las enormes diferencias culturales y lingüísticas que influyen a la hora de describir nuestros estados emocionales, y a que tampoco es posible precisar su duración ni medir su intensidad. Hay seis que pueden considerarse básicas y que están presentes en todas las personas.

Alegría. diversión, euforia, sensación de bienestar. Tendemos a reproducir lo que nos hace sentir bien.

Disgusto. aversión, asco… Tratamos de alejarnos y rechazar lo que nos desagrada.

Ira. rabia, enojo, furia. nos provoca el deseo de destruir lo que nos causa el enfado.

Miedo. anticipación de una amenaza o peligro que nos produce ansiedad, incertidumbre. procuramos evitarlo con conductas como la huida o la alerta del cuerpo para el ataque.

La expresión no verbal

La manera más evidente que a uno se le ocurre para expresar las emociones es hablar, decir lo que uno piensa y siente. pero no es la única. La comunicación no verbal (forma de comportarse y expresión física) tiene un papel destacado para contar sin palabras nuestras emociones o interpretar las de los demás. saber descifrar este lenguaje es especialmente importante para tratar con niños, quienes suelen carecer de las habilidades lingüísticas necesarias para expresar sus emociones.

Para qué sirve expresar las emociones

Callarse no es bueno. Muchas de las cosas que guardamos sólo para nosotros acaban por hacernos daño. renunciar a decir que algo nos molesta puede, a corto plazo, evitar un conflicto, pero a medio y largo plazo nos hará sentir mal con nosotros mismos, provocará que los demás nos valoren menos e, incluso, puede causarnos una enfermedad.

• Un niño que aprende desde pequeño a expresar las emociones aumenta sus posibilidades de éxito en su vida de pareja, con los amigos y los compañeros de trabajo, es decir, será más feliz consigo mismo y en todas las relaciones sociales. aprender a reconocer y expresar las propias emociones implica entender las de los demás. Quien no conoce sus emociones tampoco identifica las de los otros y puede tener problemas de agresividad, depresión, relación, ansiedad.

El primer paso para controlar la manera de actuar que sigue a una emoción es saber re- conocerla y hablar de ella. por ejemplo, un niño que la emprende a patadas cada vez que se irrita, debe empezar por saber reconocer su enfado y ponerle nombre; eso le permitirá trabajar posteriormente en su manejo.

Sentir algo no nos hace mejores ni peores personas. es el saber manejar adecuadamente nuestras emociones lo que nos diferencia. el niño tiene que aprender a actuar en función de lo que siente y conocer lo adecuado e inadecuado de sus acciones midiendo las consecuencias de sus actos.

Hablar de las emociones permite enfrentarse a la realidad con objetividad y trabajar para lograr un equilibrio emocional. el conocimiento de las emociones ayuda a interiorizar valores como la tolerancia, el respeto, la amistad, el compromiso, el perdón, la aceptación de la diferencia, la solidaridad.

Cómo enseñarle

Algunas de las pautas que pueden ayudar a la hora de enseñar al niño a expresar sus emociones son:

• escucharle cada día sin interrupciones, procurando que le guste compartir con nosotros sus vivencias.

• no forzarle con interrogatorios, amonestaciones, consejos… que puedan llevarle a huir de comunicarse con nosotros.

• evaluar su comportamiento, hablarle de su conducta y de las consecuencias en los otros, pero no juzgar sus emociones.

• no reprocharle que tenga emociones negativas. La tristeza es tan natural como la alegría.

• no quitar importancia a sus emociones: “Bah, ¿y por esa tontería te pones triste?”.

• no renunciar a dar nuestra opinión.

• alabarle con mensajes positivos.

• darle el tiempo que necesite para madurar emocionalmente acompañándole en el proceso y alentándole a expresar lo que opina.

• Hacer un resumen de su historia para demostrarle que le hemos escuchado y para que aprenda a sintetizar.

• ayúdale a centrarse cuando se pierda con los detalles: “sí, pero me estabas contando cómo tu amiga…”.

• Mantener una actitud de atención activa: girados hacia él, mirándole, asintiendo… • Contarle nuestras propias experiencias, hacer de modelo, hablarle de cómo nos hemos sentido y de nuestro modo de actuar.

• dejarle que él piense en las soluciones: “Qué se te ocurre que puedes hacer la próxima vez para no sentirte triste si no te dejan jugar?”.

• explicarle que entender las emociones de los demás no es aprobar lo que hacen ni estar de acuerdo con ellos necesariamente.

• Hacerle preguntas básicas para que aprenda a identificar, expresar y manejar sus emociones: ¿Cómo crees que se siente tu amigo? ¿por qué te parece que es así? ¿Qué ha hecho para resolverlo? ¿alguna vez te ha pasado a ti algo parecido?

• aprovechar las situaciones cotidianas para contar- le cómo se siente: “Te habrá dado vergüenza decir eso delante de todos”, y también hablar de cómo nos sentimos nosotros: “Yo en cambio estoy muy orgullosa de que hayas sido capaz de defender tus derechos”.

• expresar las consecuencias a su comportamiento: “Cuando tú me gritas yo me siento muy apenado”.

• poner nombre a lo que puede sentir cuando aplicamos estrategias de modificación de conducta: “sé que estás enfadado y sientes rabia, pero no voy a comprarte eso”.

• decirle “no” siempre que sea necesario y conveniente decírselo y

• premiar sus logros y su motivación. La expresión de las emociones se empieza a enseñar en casa, forma parte de la educación emocional y es un proceso que debe durar toda la vida, en la que tenemos que adaptarnos a las nuevas situaciones que surgen cada día.