Una habitación para el bebé

Para que el bebé pueda adquirir habilidades y desarrollar al máximo sus capacidades necesita estímulos. Y los necesita desde el primer día. Al nacer, sus sentidos están abiertos al exterior, inmaduros pero suficientemente desarrollados para captar experiencias sensoriales que le aporten información de cómo es el mundo. Si estuviera todo el tiempo aislado, encerrado entre cuatro paredes grises, poco o nada podría aprender, se volvería un ser apático y triste, y su desarrollo se resentiría.

Las primeras experiencias estimulantes las proporcionan los padres, cuando le hablan, le acarician, le cantan, le bañan, le alimentan… Otra fuente de estímulos importante es el entorno en el que crece el niño. Y dentro de éste, su habitación, el lugar donde pasará buena parte del día durante los primeros años.

Lo ideal es que el bebé disponga de una estancia propia. Si tiene que compartirla con otros hermanos, procuremos que tenga al menos su rincón de juegos, adaptado a su tamaño y edad. Otra opción interesante, si se puede, es destinar un cuarto a dormitorio y habilitar otro exclusivamente para los juegos infantiles.

A la hora de decorarlo, no hay que dejarse llevar sólo por criterios estéticos o prácticos. Mere- ce la pena pararse a pensar en lo que de verdad necesita nuestro hijo, en qué elementos podemos incluir para estimular sus sentidos (principalmente la vista y el oído, pero también el tacto y el gusto), en cómo podemos fomentar la motricidad y alentar su aprendizaje.

Es deseable que la habitación del bebé reúna ciertas características:

• Espaciosa. Si se puede elegir, conviene instalarle en el dormitorio más grande. En pocos meses, necesitará espacio suficiente para gatear, para practicar la marcha, para jugar a sus anchas en el suelo, para pasearse con su corre- pasillos…

• Alegre y luminosa. Es importante que la estancia transmita sensaciones positivas. Se trata de crear un entorno agradable, donde el niño se sienta a gusto y con ganas de jugar y explorar. Cuanta más luz natural tenga, mejor.

• A su medida. Los juguetes tienen que estar a su alcance, donde pueda verlos y, cuando ya gatee o camine, él solito pueda cogerlos y volver a dejarlos (así se fomenta su autonomía y su motricidad). Igualmente, si ponemos un perchero para su abrigo y su mochila, tendrá que estar a su altura. Los adornos de la pared (fotos, láminas) deben estar en su campo de visión.

• Segura. El bebé debe poder jugar y curiosear sin correr riesgos. Tanto los juguetes, como el mobiliario y los objetos decorativos han de ser inofensivos. Será preciso tapar los enchufes, proteger las esquinas de los muebles, retirar los posibles cables y asegurarse de que el niño no es capaz de abrir la ventana (se puede instalar un cierre de seguridad). Si la puerta de su dormitorio tiene pestillo, habrá que bloquearlo para evitar que se quede encerrado.

Un entorno cambiante, que crezca con él

Las necesidades de un recién nacido no son las mismas que las de un niño de año y medio. No planifiquemos la habitación pensando que quedará así hasta la adolescencia. Optemos por una decoración sencilla que permita hacer cambios sobre la marcha, sin tener que reformar toda la estancia. Quitando, añadiendo o desplazando elementos, podremos ir adaptando el cuarto a su edad y nueva etapa de desarrollo. Además, cada pocos meses podemos variar algún detalle que estimule al bebé (fotos renovadas, un juguete nuevo…).

Los puntos básicos a tener en cuenta son:

SUELO. Para estimular el gateo y los juegos en el suelo hay que optar por materiales cálidos, lisos, sin rugosidades, aristas ni salientes, que no resbalen y que amortigüen los impactos en caso de golpe o caída. La madera, el corcho y los pavimentos plásticos (hay gran variedad en el mercado) son los más apropiados.

Una alfombra vistosa, suave y que no suelte pelo, puede servir para delimitar el espacio de juegos. Debajo hay que poner algún material antideslizante. Será el lugar idóneo para estimular al niño en las distintas fases de desarrollo: primero tumbado, luego sentado, a gatas…

Lo mejor es tirarse al suelo con él y ofrecerle juguetes variados que le impulsen a moverse y a investigar: como si de un laboratorio de pruebas se tratase, el bebé pasará tiempo examinando los juguetes que le ofrezcamos, y aprendiendo y ensayando nuevas destrezas: sacar y meter objetos, tirar y recoger, apilar, encajar… y, también, darse la vuelta, reptar, incorporarse…

PAREDES. Aunque los tonos vivos llaman la atención del bebé, no conviene usarlos para pintar toda la habitación. Es preferible elegir un tono suave (blanco, amarillo, salmón, crema, malva, celeste, verde claro) y reservar los colores llamativos para algún mueble o para los objetos decorativos (la lámpara, la alfombra, la ropa de cuna). Una buena idea es pintar una sola pared o zona de la habitación de una tonalidad vistosa (por ejemplo, el rincón de juegos).

Una forma sencilla y barata de estimular la percepción visual consiste en pegar junto a la cuna fotografías (a ser posible, ampliaciones) suyas y de sus seres queridos. También se puede colgar algún póster (le encantan los de animales). Y no olvidemos destinar un espacio para exponer sus primeros dibujos.

CUNA La posición de su camita es importante por- que en ella pasará mucho tiempo durante los primeros meses. No conviene arrinconarla junto a dos paredes. Es preferible cambiarla de sitio cada cierto tiempo para ampliar y variar el campo de visión del bebé y que pueda así recibir más estímulos diferentes. Un día se puede poner mirando hacia la ventana (percibirá cómo cambia la luz del sol), otro día más cerca de la puerta (verá a papá y mamá cuan- do pasan y le saludan, cuando entran y salen…). Se trata de abrir su pequeño universo a vivencias cotidianas pero igualmente enriquecedoras.

Sobre la cuna no puede faltar un móvil que estimulará su percepción visual. Si además de movimiento, el carrusel tiene música, también estimulará su oído.

Cuando ya sea capaz de mantenerse sentado, se le pueden poner en la cuna otros juguetes estimulantes: muñecos vistosos y centros de actividades con sonidos y luces que el niño pueda accionar; muchos incluyen tiras de sujeción para fijar a la barandilla o los barrotes.

MUEBLES. A partir de los 12 meses necesitará una mesa y una silla a su medida para empezar a pintar, usar plastilinas, etc. También necesitará contenedores grandes donde guardar sus juguetes. Cajas, cestos y baúles le sirven de estímulo para jugar (se entretiene metiendo y sacando las cosas) y le animan a recoger (hacen la tarea fácil y divertida).

A partir de los nueves meses, aumenta la movilidad del bebé: aprende a gatear, se pone de pie… Cuantos menos muebles haya, más espacio tendrá para moverse.

JUGUETES. Sin ellos, su habitación no sería un sitio estimulante. Tienen que ser adecuados a su edad y atractivos, que inciten a explorar y descubrir. Éstos son los adecuados:

0-6 meses: necesita objetos de formas variadas, colores vivos y texturas diferentes, que estimulen la vista, el oído, el tacto, el gusto y la coordinación de movimientos: además del móvil, le atraen los sonajeros, aros y mordedores para agarrar, agitar y llevarse a la boca; una manta de juegos con sonidos y telas de distintas texturas; un gimnasio que le invite a mover brazos y piernas.

6-12 meses: hay que seguir estimulando la percepción visual, táctil y auditiva. Además de juguetes con múltiples actividades (teclas, sonidos, luces, melodías…), le atraen los libros con dibujos y texturas, los peluches y muñecos para abrazar, los objetos de diferentes formas y colores para encajar y apilar… Al final del primer año, cuando sea capaz de sostenerse en pie, se le puede ofrecer un andador a modo de carrito para apoyarse en él y empujar (le animará a dar los primeros pasos).

12-24 meses: en esta etapa, para favorecer su sentido del equilibrio y para que camine y se mueva cada vez con mayor soltura, son perfectos los balancines y los juguetes con ruedas para empujar y arrastrar: animales o coches con una cuerda para que tire de ellos al andar, correpasillos, etc. También hay que estimular la motricidad fina con lápices y ceras, pinturas de dedos, pasta de modelar y puzzles sencillos. Le gustan mucho las pelotas, los juguetes de madera o plástico para golpear y lanzar (desarrollan la coordinación corporal) y los libros.

Los juguetes son necesarios pero el exceso puede ser contraproducente. No hay que sobrecargar la habitación de estímulos. Lo más aconsejable es poner al alcance del bebé unos cuantos, los más adecuados a su edad, guardar el resto en un armario, lejos de su vista, y renovarlos cada cierto tiempo.

Además, por muy atractivo y estimulante que sea su cuarto, por muchos juguetes fascinantes que tenga, no podemos pretender que se pase el día jugando solo. El bebé necesita nuestra compañía. Aprovechemos el entorno estimulante que ofrece su habitación para interactuar con él. Los padres somos su principal estímulo y los que mejor podemos alentar su aprendizaje.

LO QUE NO PUEDE FALTAR

Una pizarra.

Si la instalamos en la pared, a su altura, le encantará garabatear en ella. Se puede improvisar una pegando una gran cartulina en la pared.

Un espejo.

Al principio no reconocerá su imagen, pero poco a poco irá tomando conciencia de su propio cuerpo. Para mayor seguridad, compremos uno que sea irrompible.

Un reproductor de música.

Para cantar con él, oír nanas, bailar… Todo un estímulo para sus oídos.

Un proyector.

Las lámparas infantiles que reflejan luces de colores y formas en movimiento son un espectáculo visual que encandila al bebé. Algunas incluyen melodías. Una alternativa: adherir al techo pegatinas fluorescentes (en jugueterías) que se iluminan por la noche.

Una colchoneta fina.

Se puede usar para hacer gimnasia con el bebé, darle un masaje… Conviene que tenga una funda lavable, y que se pueda enrollar y guardar en cualquier rincón.

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