Del balbuceo a la conversación

El hecho de que el recién nacido no hable no significa que no le dirijamos la palabra. Conversar con él desde el mismo momento de nacer es la mejor forma de que desarrolle el lenguaje. “¿Tienes el pañal sucio? Me da en la nariz que sí. Vamos a comprobarlo y si es así, te pondré uno limpio”. Esta una conversación perfecta para tener con un recién nacido. La relación con el bebé debe estar llena de cuidados, contacto, mimos y también de palabras. Tenemos que hablar de lo que hacemos: “Ahora vas a quedarte tranquilo en tu cuna mientras yo me ducho”, de lo que nos pasa: “¡Qué feliz estoy de tenerte!”, de lo que le sucede a él: “Me parece que estás un poco enfadado porque tienes sueño”, de los objetos que llaman su atención: “¿Te gustan los colores de mi camisa, eh?”, y de cualquier otra cosa que se nos ocurra.

Esta cháchara también les viene muy bien a muchas madres y cuidadoras que se pasan el día a solas con el bebé. Antes de lo que imaginan, el pequeño llegará a aturdirlas con sus interminables peroratas. El desarrollo del lenguaje es fascinante y ¡rapidísimo!

De 0 a 3 meses

El oído es el sentido más importante en el recién nacido; le encanta escuchar.

• Hace ruiditos y gorjeos, y se deleita oyendo sus propios sonidos.

• Presta atención cuando le hablan y reconoce las voces de sus padres.

• Se familiariza con el ritmo y la sonoridad propios de su lengua materna.

Cómo estimularle

• Le ponemos cerca de nuestra cara y le hablamos exagerando la vocalización y los movimientos de la boca.

• Cuando balbucee, hay que responderle como si verdaderamente creyéramos que está diciéndonos algo: “Claro que sí, ya veo que la nariz de tu osito sabe riquísima”.

• Respondamos a sus sonidos para que vea que lo que dice nos importa.

• Juguemos con nuestra voz: hablemos más rápido, más despacio, con distintos ritmos, con diferente entonación…

De 4 a 7 meses

Algunos experimentos señalan que el bebé ya puede diferenciar no sólo los sonidos dispares, sino también los similares, como pa y ma.

• Balbucea. Repite sílabas con p, b, d y m : pa-pa-pa, ba-ba-ba…

• A veces acierta con alguna palabra, pero es casualidad, sólo está practicando.

• Ensaya sonidos y ejercita los músculos de sus labios y su lengua.

• Hace gorgoritos y emite sonidos cuando juega con sus muñecos.

• Manifiesta agrado y desagrado con algunos sonidos y ruidos.

• Ya es capaz de percibir que en el lenguaje hay sílabas agrupadas.

• Empiezan a sonarle las palabras más comunes, como su propio nombre, “mamá”, “papá”…

• Hacia los cuatro meses y medio reconoce su nombre como una palabra destacada, como pueden ser “hola” o “mamá”. Sobre los seis meses ya se da cuenta de que su nombre se refiere a sí mismo.

Cómo estimularle

• Juguemos a soplar (un globo, una pluma, suavemente en su cara…) y tratemos de que vea cómo lo hacemos.

• Intentemos que preste atención a los sonidos y ruidos: “¿Oyes la moto?”, “¡Qué ruido hace la aspiradora!”

• Imitemos los sonidos de animales: “Qué fuerte ladra ese perro, hace guau, guau”.

De 8 a 12 meses

Sus balbuceos ya se parecen mucho a las palabras reales.

• Repite con intencionalidad algunos sonidos: cacaca, gagaga…

• Hacia los nueve meses es capaz de señalar lo que quiere o indicarlo de algún modo.

• Hacia el año dice de una a tres palabras, como “mamá”, “pan”, “adiós”. En ese momento, entiende ya unas 25.

• Reconoce y entiende los nombres de personas u objetos que le resultan familiares: “papá”, “biberón”, “baño”, “cuna”.

• Responde de algún modo cuando le preguntan: “¿Quieres más?”.

• Reconoce la entonación y sabe si alguien está

enfadado cuando le dice: “¡No!”, “¡Quieto!”.

• Empieza a especializarse en su lengua materna, con lo cual pierde la habilidad para oír todos los sonidos posibles de todas las demás.

Cómo estimularle

• Leerle cuentos y repetir las palabras de lo que en ellos aparece.

• Permitirle que se ponga al teléfono y escuche hablar a personas que conoce.

• Comprarle un teléfono de juguete.

De 12 a 18 meses

Formula frases interrogativas con una sola palabra: “¿Papá?”, lo que quiere decir: “¿Dónde está mi papa?”.

• Le encanta decir “No”.

• Utiliza frases de dos palabras: “Nene, pan”.

• Puede entender órdenes sencillas: “Trae la pelota”, “Ven conmigo”.

Responde a preguntas simples: “¿Dónde está mamá?”, “¿Quién ha llegado?”. Al año y medio es capaz de decir unas ocho palabras y entiende unas 50.

Cada mes aumenta su vocabulario. Después de la primera palabra se lanza “a por todas”, primero con los sustantivos, luego vendrán los adjetivos y los verbos.

Cómo estimularle

• Animarle a hablar.

• Nombrar las cosas que le rodean

• Jugar con él a “Veo, veo” o a que señale cosas que

le pedimos: “¿Dónde está el muñeco?”, “¿Y tu sillita? … ¡Bieeeen!”.

• Ampliar sus frases de dos palabras. Cuando diga “Quiero agua”, soltar una parrafada del tipo: “Mi niño quiere agua y yo se la voy a poner fresquita en su taza…”.

• Cuando diga sus primeras palabras mal dichas no siempre hay que entenderle a la primera, hagamos que repita y ensaye.

De 19 a 24 meses

Hacia los 20 meses hay una “explosión” del lenguaje, su vocabulario aumenta a una velocidad vertiginosa. Se calcula que puede aprender unas ocho palabras nuevas al día.

• Al final de los dos años es capaz de construir oraciones de tres y cuatro palabras.

• Realiza divertidas asociaciones.

• Entiende los verbos.

• Comprende las reglas gramaticales y las aplica

para formar nuevas palabras, por eso dice “ponido” en lugar de “puesto”.

Cómo estimularle 

• Conversar de cosas reales.

• Responder a sus preguntas.

• Si comete un error no hay que corregirle, pero sí repetir la frase bien dicha; por ejemplo, si dice: “Me he ponido el pantalón”, le respondemos: “¿Te has puesto el pantalón? ¡Qué bien!”.

2 a 3 años

Es capaz de formular preguntas y sabe contar lo que le ocurre con frases largas. • Nombra casi todo lo que le rodea.

• Entiende la diferencia entre “grande” y “pequeño”, “arriba” y “abajo”…

• Conoce algunos colores.

• Canta alguna cancioncilla simple, aunque sea con lengua de trapo.

• Entiende que “No” también puede significar “Preferiría que no”.

• Utiliza verbos abstractos como “pensar”. • Comprende los tiempos verbales y • Aplica los sufijos para formar otras palabras, de “fuerte” es capaz de deducir “fuertemente”.

Contarle cuentos le ayuda a desarrollar su lenguaje

Hacia los 6 meses, el bebé ya es capaz de manejar un librito. Le gusta manipular los de hojas duras o los especiales para la bañera. Es un buen momento para empezar a contar- le historias sobre los dibujos que aparecen en sus páginas. Puede que no preste mucha atención, que no tenga paciencia y quiera pasar directamente al final o que prefiera probar a qué sabe en vez de escucharnos, pero merece la pena insistir, porque contarle cuentos le ayuda a desarrollar su atención auditiva y visual y le permite familiarizarse con las palabras. Los libros amplían el vocabulario habitual del niño; por ejemplo, puede que aparezca un tractor amarillo, y entonces será muy importante nombrarlo, porque la palabra “tractor” no resulta habitual en la conversación de la mayoría de las familias. Pronto le encantará que le enseñemos libros y se los leamos o contemos. Los niños a los que se les ha leído antes de los 2 años desarrollan mayor comprensión del len- guaje y tienen un mayor vocabulario pasivo.

Cuándo consultar con su pediatra

Cada niño tiene su ritmo y, en general, no hay que preocuparse si su amiguito ya par- lotea y nuestro hijo no dice ni mu. Pero sí conviene consultar cuando…

• A los 3 meses no gira la cabeza ni presta atención al oír la voz de su madre.

• A los 4 meses no hace gorgoritos ni balbucea.

• Deja de balbucear repentinamente cuan- do anteriormente ya lo hacía.

• Con año y medio no dice ni una palabra.

• No forma frases de 2 palabras a los 2 años.

• No formula preguntas simples a los 2 años.

• Cecea o tiene dificultades serias de pronunciación a los 3 años.

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