¡Qué aburrido sería el mundo sin amigos! Con ellos se juega, se ríe, se alborota… Pero los amigos no sólo proporcionan compañía y bienestar. Gracias a ellos los niños pueden aumentar el conocimiento que tienen de los demás y de sí mismos, superar su egocentrismo y aprender lecciones valiosísimas para el futuro: compartir y cooperar, negociar y transigir, esperar turno, tener en cuenta las opiniones de los otros, res- petar los sentimientos ajenos… Tener amigos contribuye a mejorar la autoestima, a aumentar el rendimiento escolar, las posibilidades de éxito social y, en definitiva, a ser mejores personas.
“Hay niños que hacen buenas migas con todos; otros forman grupos de dos o tres amigos, que pueden cambiara lo largo del curso; y también hay parejitas de inseparables que están juntos a todas horas”
A partir de los cuatro años los niños empiezan a tener amigos de verdad. Que cambien las amistades con la misma naturalidad con que cambian cromos, es normal: aún están aprendiendo a relacionarse con los demás. Tampoco debe preocuparnos que se peleen alguna vez, o que su mejor amigo se convierta de la noche a la mañana en su peor enemigo. Los padres podemos observar el proceso y fomentar sus habilidades sociales.
1. Predicar con el ejemplo.
El aprendizaje empieza en casa. Si observa que tratamos a nuestros amigos con afecto y respeto, si nos ve hacerles favores, felicitarles en fechas señaladas, telefonearles para saber cómo están, él hará lo mismo.
2. Enseñarle a ser educado.
Hay algunas reglas de comportamiento que el pequeño debe interiorizar. Será mejor aceptado en el grupo si se acostumbra a pedir las cosas antes de cogerlas, si no entra en la clase dando empujones, si presta sus juguetes en el parque, si da las gracias, etc.
3. Practicar en casa.
Si alguna vez se pelea, si otro niño le pega, démosle ideas de cómo reaccionar. La teoría está muy bien, pero mejor si jugamos a representar la situación.
4. No criticar a sus amigos.
Puede que haya elegido como compañero de juegos al más revoltoso, y hay que respetarlo.
5. Mostrar interés.
Todos los días hay que dedicar tiempo a hablar con él, a preguntarle (sin agobiarle) cómo le ha ido en el cole, si ha jugado mucho con sus compañeros, etc. Felicitémosle por sus nuevos amigos. Y ayudémosle si ha tenido alguna dificultad (por ejemplo, una discusión con su amigo del alma).
6. Animarle a pedir perdón.
Si alguna vez tiene un comportamiento inadecuado, hay que hacérselo notar y tendrá que pedir perdón.