Los niños se mueven principalmente por la diversión y el placer, no nacen con el sentido de la responsabilidad. Para transformar lo que son en lo que deben ser estamos los padres. Pero conseguir que adquieran determinados hábitos requiere una estrategia, lleva su tiempo y, sobre todo, exige perseverancia.
Todos lo sabemos, pero recordar por qué la higiene dental es importante ayudará a que los padres se sientan plenamente convencidos a la hora de establecer las normas y hacerlas cumplir a sus hijos.
• Es fundamental para la salud y la prevención de enfermedades.
• Una higiene deficiente puede provocar rechazo y asco en los demás (mal aspecto, mal olor en el aliento).
• Los dientes son importantes para una adecuada masticación y, por tanto, alimentación.
– Influyen en la correcta pronunciación.
– Son decisivos para la armonía de la cara.
– Nos regalan una bonita sonrisa.
• Lavarse los dientes desde una edad temprana fomenta la autonomía del pequeño, mejora la coordinación de movimientos y entrena su motricidad.
• Es un hábito que, adquirido en la niñez, podrá perdurar en el futuro.
• Tener la boca limpia nos proporciona una sensación de bienestar físico.
Nunca es tarde, pero mejor si empezamos cuanto antes. Los dientes de leche son muy importantes porque mantienen el espacio en los maxilares, es decir, marcan el lugar para la dentición definitiva. Podemos iniciar el hábito con la limpieza de antes de acostarse.
A los pequeños les desagrada el sabor fuerte del dentífrico, y pueden rechazar la higiene dental si en sus primeras experiencias la pasta les produce asco. Al principio, para que vayan familiarizándose bastará con animarles a meterse el cepillo en la boca.
El cepillado de dientes tras la cena se incluirá en la rutina de acostarse: “Haz pis, bebe agua y cepíllate los dientes antes de irte a la cama”. De esta manera será más fácil no olvidarse.
Tenemos que ser perseverantes y no pasarlo por alto ningún día, ni siquiera cuando estemos cansados o presurosos por mandar a nuestros hijos a la cama.
Por naturaleza, a los pequeños les gusta imitarnos. Hay que dejar que nos miren mientras nos cepillamos y exagerar lo mucho que nos gusta sentirnos limpios, recalcar la sensación de frescor tan agradable que se queda en la boca, lo bien que olemos, lo blancos que están nuestros dientes…
Mientras introducimos el hábito, podemos hacer juegos que lo faciliten, como dejar que ellos nos cepillen a nosotros o a sus muñecos.
Aprovechemos para contarles por qué es importante la higiene bucal y cómo los restos de alimentos que quedan entre los dientes pueden provocar caries, mal aliento, …
Cuando se cepillen, debemos felicitarles por lo bien que lo han hecho: un beso o un elogio reforzarán el aprendizaje. Podemos ofrecerles un premio después de la higiene, como leer un cuento.
No olvidemos que si queremos implantar un hábito en la vida de nuestros hijos hay que hacerlo siempre en el mismo momento, en el mismo lugar y mediante la misma rutina.
1 – Apenas rompan los primeros dientes (como media, entre los seis y los ocho meses) es aconsejable iniciar el hábito de higiene. Podemos enrollar una gasita humedecida con agua templada en nuestro dedo y pasarla por sus encías e incipientes dientes. De este modo, el bebé se acostumbra a que su boca se limpie tras las comidas o antes de irse a la cama, y así será más fácil establecer el hábito en un futuro.
2 – Si hemos sido constantes y convincentes, hacia los 18 meses tolerará sin problemas que le cepillemos con un cepillito especial para bebés. A esa edad, que ya come prácticamente de todo y tiene casi todas las piezas dentales de leche, es importante poner especial empeño.
3 – Hay que aprovechar su disposición hacia los dos años, cuando le gusta imitarnos, adquiere ciertas habilidades motrices, como desvestirse, y tiene el deseo de hacer las cosas “yo solito”. Muchos padres preferirían que no lo pusiera todo perdido, que no tardara tanto, que no gastara tanta agua ni tanta pasta, pero si quieren que su hijo sea autónomo algún día, tienen que dejarle practicar de pequeño.