Empezar a caminar es un momento grandioso para todos los de la casa. Y cambia la vida no sólo al niño sino a la familia al completo. Hay que tener otros cuidados y empezar a decir un “no” bien decidido. El pequeño se lanza a por su independencia cuando todavía no sabe ni siquiera torcer, anda recto, y los padres tienen que estar muy atentos a su seguridad y a compartir la inmensa alegría de los primeros andares.
Un largo camino para empezar a andar
Hay que recorrer todo un proceso psicomotriz que empieza con el control de la cabeza alrededor del tercer mes; ese es el punto de partida del equilibrio. Tienen que ir poco a poco adquiriendo control muscular hasta lograr la maduración neuromotriz necesaria para caminar. Este control se va logrando de arriba abajo: cuello, espalda, caderas, piernas y pies, y del centro hacia fuera: usan los brazos antes que las manos y las rodillas primero que los pies.
Siguiendo este desarrollo, a los seis meses forman una unidad cabeza-cuello que les permite sentarse. Alrededor de los nueve meses el control muscular les capacita para gatear (aunque algunos no lo hagan), al año empiezan a mantenerse de pie y poco después se lanzan a caminar.
Cuándo está preparado
No hay que obsesionarse con fechas. Aunque se dice “que los niños caminan al año”, la mayoría lo hace alrededor de los 16 meses. Si el niño se sienta, gatea (o se desplaza de algún modo), se para con ayuda y hace lo esperable a su edad, en cualquier momento se pondrá a caminar.
Una vez que logra controlar muscularmente los brazos y las piernas comienza a:
• Ponerse de pie, primero agarrado y luego solo, alrededor del año
• Agacharse para coger algo y levantarse.
• Caminar.
• Patear una pelota hacia delante.
• Subir escalones.
• Saltar.
También son más diestros en motricidad fina. Alrededor de los 15 ó 16 meses pueden:
• Garabatear.
• Colocar bloques dentro de un recipiente.
• Apilar bloques en pequeñas torres.
Y en lenguaje, a esta edad ya son capaces de:
• Utilizar dos o tres palabras distintas de “papá” y “mamá”
• Empezar a combinar dos palabras • Incorporar palabras casi a diario, entre las primeras estarán las partes del cuerpo y su propio nombre.
La emoción de caminar
La alegría y la emoción embargan a toda la familia, no sólo al peque protagonista. Pero no hay que confundir el animarle a avanzar con obligarle o exigirle más de lo que puede y quiere. Hay que estar pendientes de sus intereses y de si se cansa. Mientras él aguante, que aguantará bastante, valen los aplausos, las felicitaciones, los vítores.
Generalmente, cuando empiezan, no hay quien los detenga. Es muy importante estar a su lado porque ellos también sienten emoción y querrán caminar todo el día. Como en todo, hay que buscarle el punto y disfrutarlo. Para esto hay que entender que los bamboleos, los tropiezos y las caídas son parte del proceso para descubrir el centro de gravedad y lograr el equilibrio. Cualquier alarma o susto de quienes rodean al niño en estos momentos de “lanzamiento” pueden influir sobre el aventurero transmitiéndole temor y desconfianza. Hay que cuidarle y aliviar sus caídas, estar ahí para levantarle, animarle y seguir mostrando toda nuestra confianza en sus posibilidades.
Una cuestión de entrenamiento
¡Cómo no van a progresar si practican todo el tiempo! Les encanta comprobar una y otra vez dónde está el límite de sus fuerzas o habilidades y, claro, cada vez que lo comprueban, lo hacen un poco mejor y el límite cambia. Así tienen cada vez músculos más fuertes y movimientos más armónicos.
Si el niño tuviera un “personal trainer”, le mandaría tres clases de ejercicios:
1. Los de equilibrio. Al principio bastará con ayudarle a caminar cogido de las manitas, más adelante aprenderá a andar sobre una línea, saltar y esquivar obstáculos.
2. Los de potencia. La fuerza muscular está en la base de toda destreza, primero para sostener el cuerpo y después para desplazarlo.
3. Los de flexibilidad. Músculos y articulaciones constituyen la máquina de caminar. Caderas, rodillas y tobillos cuanto más se muevan mejor y la música le da un motivo excelente.
Juegos de caminar
• Estar de pie. Alrededor de los 11 ó 12 meses le encanta ponerse de pie y suele hacerlo con facilidad. Podemos llamar al niño desde detrás de un banco sobre el que hemos puesto un juguete. Él vendrá gateando y apoyándose en el banco se pondrá de pie hasta alcanzar el objeto de su deseo. El problema es que, cuando se cansa, sentarse no es tan fácil. Por eso conviene estar ahí para ayudarle a volver al suelo sin que se asuste. Hay que jugar a pararse y sentarse, con nuestra ayuda pronto logrará hacerlo solo.
• Andar cogidos a un mueble. Cualquier mueble largo, como la cama o un sofá, sirve. El niño se pone en una punta y papá o mamá en la otra con un buen juguete, el peque deberá avanzar, agarrado al mueble, hasta llegar al juguete. A partir de que se pone de pie, enseguida podrá dar algunos pasos agarrándose y, cuando alcance la suficiente destreza, muchas veces se soltará, casi sin darse cuenta, dará unos pasos sin cogerse y volverá a sujetarse.
• Caminar cogidos de la mano. Hay muchas formas. La inicial debe ser situarnos a la espalda del niño, cogerle ambas manos extendidas hacia arriba e ir ayudándole a avanzar. Luego, cuando esté más seguro, podremos ponernos delante y también cogiéndole ambas manitas atraerle hacia nosotros.
• Un cajón para el peque. Que haya un cajón a su altura que le esté permitido abrir y cerrar es uno de los tesoros más preciados. También podemos ponerle un arcón, con tapa de plástico o mimbre, para evitar accidentes, con sus juguetes. Él se encargará de vaciarlo y volverlo a llenar mientras se pone de pie y se agacha naturalmente.
Los andadores
En esto sí los expertos están de acuerdo: están totalmente desaconsejados. La Academia Americana de Pediatría hace una declaración previniendo sobre los accidentes con andadores en www.aap.org (en inglés). Varios estudios ad-vierten que su uso retrasa la maduración motora. Pero como es verdad que poder apoyarse en algo ayuda a caminar, en vez de tacatás podemos brindar al niño otros objetos de apoyo como una escoba, una sillita o un banquito ligero que pueda deslizar…
Un espacio adecuado
Es imprescindible tener un lugar amplio donde practicar, libre de obstáculos como muebles peligrosos o adornos que puedan venirse encima. También hay que ser conscientes de que el pequeño ahora llega donde antes no alcanzaba y poner la casa “a prueba de niños”:
• Asegurar ventanas, tomacorrientes y escaleras
• No dejar sillas ni muebles a los que el niño pueda trepar
• Proteger las esquinas de los muebles
• Guardar en lugar seguro los medicamentos y productos tóxicos
• Averiguar si las plantas de la casa tienen algún peligro al ser ingeridas Y, sobre todo, no dejarles nunca solos ni “un momentito”. Las estadísticas muestran que esta es la etapa de la niñez en la que ocurren más accidentes.
El “no” en esta etapa
Cuando el niño empieza a caminar adquiere autonomía suficiente como para correr peligro. Sea que en casa avanza hacia zonas peligrosas o en la calle se escapa a cruzar, sea que haya un escalón… Los peligros son muchos y el pequeño no tiene ninguna conciencia de ellos.
El “no” de los padres debe ser firme y tener consecuencias para el niño. Los límites y las normas que los padres marcan a esta edad están relacionados con su seguridad. Podemos decirle “No toques el enchufe” o mejor detenerle cuando sea necesario, porque si ve en nuestras palabras una reacción desproporcionada, puede repetir la maniobra para llamar nuestra atención. De la aceptación de este primer “no” dependerá en gran medida la eficacia de los padres para poner límites.
Los mejores zapatos
La ilusión de los primeros zapatos, ¿quién se resiste a la tentación? Pero, atención, para empezar a caminar, lo mejor es estar descalzos y, si la superficie es irregular o texturizada como la arena, la hierba o la alfombra, todavía mejor.
A esta edad el pie no tiene arco, sino abundante tejido celular subcutáneo, no es que sea un pie plano sino que todavía está inmaduro. Para su desarrollo, los ortopedistas infantiles aconsejan que los pies estén libres. La función del zapato es proteger del clima y de aquello que pudiera lastimar, pero no ayuda a la anatomía del pie. Estudios realizados en culturas donde no se usan zapatos, muestran que los pies presentan menos malformaciones, son más sanos, más fuertes y más flexibles.
A la hora de comprar, elijamos el que sea más cómodo, flexible, que dé la sensación de estar descalzo, que se adhiera al suelo y tenga forma cuadrangular. Pero en casa, dejemos al niño descalzo o, si hace frío, con calcetines antideslizantes.
Menudos andares
Pueden hacerlo de varias maneras: en plan vaquero, como bailarines o con los talones… No hay que alarmarse, poco a poco lo irán haciendo mejor, y a los tres años caminarán de maravilla.