El educador no es sólo quien le cambia los pañales, le da el biberón, le limpia los moquitos y vigila que no se haga daño. Es también alguien que le enseña hábitos y fomenta su autonomía (usar el orinal, lavarse las manos, comer solo), le transmite conocimientos básicos (cuál es el color rojo, cómo es un círculo), le ayuda a mejorar su motricidad (dar palmas, trazar líneas, modelar, saltar), le anima a relacionarse con otros niños… La labor del educador va mucho más allá de la un simple cuidador pues contribuye a que el pequeño se desarrolle adecuadamente.
Parece lógico que los padres no podamos delegar una tarea tan importante al cien por cien. Nosotros también debemos implicarnos. Para que el paso del niño por la escuela infantil sea más feliz y provechoso, para que lo que aprende en el centro tenga continuidad en casa, para que él se sienta seguro y a gusto, y nosotros más tranquilos sabiendo que está en las mejores manos, es imprescindible mantener un trato frecuente y cordial con los educadores, más estrecho cuanto menor es el niño. Un trato que no sólo deber darse durante el periodo de adaptación, sino a lo largo de todo el curso.
En una primera entrevista, generalmente con el tutor de aula, se suele solicitar información básica acerca del desarrollo, la salud y el grado de madurez del niño. También nos preguntarán por el entorno y los hábitos del pequeño.
Por ejemplo:
• Condiciones del parto.
• Quiénes componen la familia: cuántos hermanos y qué lugar ocupa él.
• Si ya se sienta, a qué edad gateó, cuándo dio sus primeros pasos, si dice alguna palabra, si controla el pis o la caca, si duerme de un tirón, etc.
• Si padece o ha padecido alguna enfermedad, ha sufrido alguna operación, es alérgico a algo o necesita tomar algún medicamento.
• Es importante que los padres sean sinceros y aporten toda la información que facilite la adaptación del niño a la escuela infantil: si necesita un objeto de consuelo para conciliar el sueño, si usa chupete, cuántas horas de siesta suele dormir, si tiene algún temor o manía (por ejemplo, miedo a la oscuridad), si le cuesta compartir los juguetes, etc. Conocer las costumbres que el niño trae de casa ayuda al educador a la hora de introducirle en las normas de funcionamiento del grupo.
• Si el niño come en el centro, hay que informar de si tiene alergia o intolerancia a algún producto, qué alimentos se han introducido en su dieta o si ya come de todo, si hay algo que aborrece, si sólo toma puré o ya mastica, etc.
• Debemos mostrarnos amables, respetuosos, receptivos y dispuestos a colaborar. Para el niño es importante percibir que nos llevamos bien con su educador, eso le transmite seguridad.
• Hay que mostrar interés por las propuestas y actividades que realiza el profesor.
• También hemos de interesarnos por lo que aprende en clase cada día y por sus progresos.
• Procuremos participar siempre que se solicite la colaboración de los padres.
• Comentemos abiertamente cualquier duda, preocupación o sugerencia en lo que respecta al cuidado y educación del niño.
¿Qué se espera de nosotros?
Las escuelas infantiles tienen normas de funcionamiento que los padres deben conocer y respetar. Además, hay que tener en cuenta las peticiones o sugerencias que pueda hacernos el educador a lo largo del curso.
• Debemos cumplir los horarios de entrada y salida. Aun cuando el centro permita cierta flexibilidad, es conveniente llevar y recoger a nuestro hijo siempre en torno a la misma hora: es mejor para él (las rutinas le aportan seguridad) y también para el educador, que puede prever cuántos niños llegan o se marchan en cada tramo horario y organizarse mejor.
• Si un día nos vamos a adelantar o retrasar, advirtámoslo.
• También hay que informar con antelación en caso de que otra persona distinta a la habitual vaya a buscar al niño, incluso aunque se trate de un familiar cercano (abuelos, tíos, etc.).
• No olvidemos actualizar los teléfonos de contacto para que nos puedan avisar en caso necesario.
• Los educadores pueden solicitar que el niño traiga de casa materiales para realizar alguna actividad (fotos, envases de yogur…). Procuremos aportarlo en el plazo establecido.
• Nuestro hijo no debería acudir a la escuela si está enfermo. Tampoco deberíamos llevarle si tiene una afección contagiosa (por ejemplo, conjuntivitis) o piojos. Si debe tomar algún medicamento, hay que aportar la receta y anotar en el envase el nombre del niño y la dosis.
• Es importante acudir a las reuniones que se convoquen y a las celebraciones que se organicen a lo largo del curso.
• Tengamos en cuenta las sugerencias e indicaciones del educador. Hagamos caso si, por ejemplo, pide que no les pongamos leotardos. Su insistencia en que les vistamos con ropa fácil de poner y quitar no es un capricho: facilita los cambios de pañal y promueve la autonomía de los pequeños.
• Si el niño tiene que llevar mochila, hay que revisar a diario su contenido. Ropa y enseres deben ir marcados con el nombre.
Al educador le es de gran ayuda conocer las novedades que se van produciendo en la vida y el entorno del niño. Hay que comunicar cualquier cambio en la información que aportamos al inicio del curso y todos los detalles que consideremos de interés:
• Los progresos que experimenta el niño en su desarrollo: ya se pone de pie, ha empezado a gatear, ha dicho sus primeras palabras, etc.
• Los cambios introducidos en su alimentación, especialmente si se trata de bebés: ya puede comer pescado, está dejando el pecho…
• Los avances en el aprendizaje de hábitos, para que la familia y los educadores estén coordinados: ya no usa pañal por la noche, ha empezado a pedir la caca, etc.
• La actitud del pequeño hacia la escuela: si se pone contento o muestra rechazo cuando se le habla de ella o cuando estamos llegando.
• Cualquier suceso que esté alterando o vaya a alterar la vida o las rutinas del niño: embarazo de la madre o nacimiento de un hermanito, separación de los padres.
Aunque tengamos prisa, conviene dedicar un par de minutos a comentar al educador si ha habido alguna incidencia:
• Los acontecimientos cotidianos (le está saliendo un diente, ayer se cayó en el parque, ha pasado mala noche…) son informaciones relevantes que sirven al educador para encarar la jornada y le ayudan a actuar si pasa algo.
Una buena comunicación no quiere decir que seamos unos pelmas, nuestro hijo no es el único alumno. Así que un último consejo, seamos siempre breves.