Cuando son bebés pequeñitos, los dejamos con los abuelos y no protestan; y cuando parece que ya van haciéndose mayores, son capaces de todo tipo de estrategias, gritos y lloros para evitar que salgamos. Es porque piensan que si nos vamos, no volveremos, y da igual que les aseguremos que por nada del mundo podríamos vivir sin ellos.
Para que el bebé pueda acostumbrarse a estar un tiempo sin sus padres presentes, sin angustiarse con la idea de que no volverán, debe entender que aunque él no los vea, sus papás existen y no le han abandonado. Tiene que estar seguro de que van a regresar. Pero eso no se aprende de un día para otro. Es un proceso que se desarrolla entre los 15 meses y los 3 años, y que nos sorprenderá con fases similares a esta.
• El niño entiende que si los padres se van, vuelven.
• Desarrolla resistencia a quedarse con extraños. Este miedo a las personas desconocidas es normal, algo parecido a un instinto que le preserva de irse con cualquiera.
• Empieza a aceptar que hay cosas que los padres hacen sin él.
• Encuentra divertido hacer cosas sin papá y mamá, por ejemplo, quedarse a jugar en casa del vecino.
Cómo fomentar su autonomía
Lo que deseamos para nuestro hijo es que se sienta capaz de realizar sus tareas diarias de manera independiente. Por eso no hay que sentirse culpables por dejarle unas horas con otra persona: el bebé se beneficia de esos espacios sin la constante presencia de sus padres, porque así puede ir aprendiendo a estar con adultos, pedir ayuda si la necesita y, más adelante, expresar necesidades (quiero ir al baño, no tengo hambre), tomar decisiones y comportarse fuera de casa.
Esta separación también es positiva para los padres. Los adultos necesitan poder hacer actividades sin su hijo sabiendo que él está bien y que estas separaciones momentáneas de hoy le servirán para ser mañana una persona independiente y feliz. Evitemos las actitudes sobreprotectores, porque conducirán al pequeño a sentirse inseguro cada vez que no estemos cerca.
Para brindarle seguridad e independencia, conviene dejarle algunos ratos con otras personas. Es mejor si son familiares cercanos o su persona cuidadora, alguien que el bebé conozca para que se sienta más cómodo. Si hacemos esto desde el principio, aunque más adelante muestre todo su desacuerdo en la separación, su angustia será menor y, poco a poco, irá aceptando que mamá y papá se van, pero que siempre vuelven. Argumentos como “es muy pequeño para dejarle con alguien, nadie le cuida mejor que yo” son indicios de sobreprotección, e impiden al niño aprender que puede enfrentarse a las cosas él solo.
Prepararle para la separación
Que mamá y papá se vayan no tiene por qué ser traumático para el bebé. Todo depende de la preparación que le hayamos dado. Éstos son los recursos que necesita para poder separarse sin sentir angustia:
• Desde pequeño, enseñémosle a que tenga su espacio y su tiempo. Dejémosle en su habitación con los juguetes y procuremos que a ratos permanezca jugando solo.
• Reforcemos todas las actividades que haga sin nuestra ayuda.
• Propiciemos su relación con otras personas: que esté en brazos de los abuelos, los tíos, los vecinos, que juegue con sus primos y con otros niños de su edad.
• Dejémosle un rato en otras casas para que pueda estar con personas distintas de sus padres.
• Reservemos tiempo y espacio para cada uno. Por ejemplo, los jueves podemos ir al gimnasio y dejar al niño con sus tíos. Y un viernes al mes, salir a cenar en pareja y dejar al niño con una canguro.
• Y, sobre todo, seamos capaces de despedirnos sin alargar el momento, con naturalidad.
Si estamos convencidos de que es importante que nuestros hijos se conviertan en personas autónomas, podremos ayudarles en esta etapa de su crecimiento en la que están aprendiendo todo lo que pueden hacer solos.
Una buena despedida
La forma de despedirnos tiene que ser coherente con la idea de ayudarles en su independencia. Tenemos que permanecer tranquilos, aunque el niño reaccione con una rabieta, y no hacer del momento un drama.
Éstas son algunas claves:
• No le avisemos de que nos vamos con mucha antelación, es suficiente con decírselo unos quince minutos antes de irnos.
• Hay que contárselo en pocas palabras, con frases cortas como: “Me voy a hacer la compra y vuelvo”. Si le damos explicaciones extensas, sólo alargaremos el momento y daremos pie a que el pequeño intente convencernos para que nos quedemos.
• No salgamos a escondidas. Cuando descubra la fuga, no sólo se angustiará, también se enfadará. Además, aprenderá a estar vigilante por si desaparecemos de nuevo sin avisarle.
• Y cuando volvamos, lo primero será darle un buen abrazo, mostrarle que estamos contentos de estar nuevamente juntos y alabar lo bien que se lo ha pasado él durante nuestra ausencia: “Hola, mi vida. Ya estoy aquí. Veo que has estado jugando con tus construcciones, enséñame la torre tan alta que has hecho”.
Dejarle con la persona cuidadora
Como esta decisión suele coincidir con las primeras separaciones largas entre los padres y el hijo, puede resultar difícil. Un cuidador debe saber establecer rutinas, crear hábitos y respetar las normas de la familia. Para separarnos fácilmente, conviene que empiece a cuidar del niño unos días antes de que debamos incorporarnos al trabajo. Así podremos explicarle las rutinas y el funcionamiento de la casa.
Si estamos tranquilos y confiados con la persona que elegimos, podremos dejarla a cargo del bebé sin preocupación por su bienestar. Y, cuando llegue el momento, despedirnos con tranquilidad sabiendo que hacemos lo que tenemos que hacer. Podemos decir algo así como: “Hasta luego, me voy a trabajar, te quedas con… Aquí tienes tu oso, cuídalo hasta que vuelva” y darle un beso.
Aun así, en el momento de la despedida puede que el bebé coja un berrinche, pero no será raro que, al volver, nos digan: “Antes de que llegaras a la calle, ya se le había pasado”.
El adiós en la escuela infantil
La familiaridad, como en todo, se logra poco a poco. Estos son los pasos a seguir para poder dejarle en el cole con tranquilidad:
• Se puede empezar un mes antes yendo tres o cuatro veces por semana y quedarse un ratito. En su escuela nos dirán qué es lo mejor.
• Contarle al bebé, por pequeño que sea, que va a ir a un cole, que va a jugar, que mamá o papá le van a llevar y a recoger…; todo lo que se nos ocurra. Aunque no entienda lo que le contamos, atenderá nuestro tono tranquilo o divertido y sabrá que le hablamos del cole.
• En el cole hay que ayudarle a familiarizarse con el lugar, recorrerlo con él en brazos o, si ya camina, ponernos a su altura. • El vínculo que debería establecerse con el maestro es el mismo que con la persona cuidadora, de aprecio, de apoyo… El docente puede ayudar mucho a que la angustia de la separación vaya desapareciendo.
• Comenzar con ausencias breves, dejarle, dar una vuelta manzana y volver. Al regresar, darle siempre un buen abrazo. Así pronto aprenderá que
después de la despedida viene el reencuentro.
• En el momento de dejarle, no alargar la despedida; debe ser breve.
• Decirle adiós e informarle de que luego volveremos; no aprovechar un descuido para salir corriendo. Hay que preguntar a su profesor, porque en este caso, como en otros, es probable que nos comente: “Antes de que llegaras a la calle, ya se le había pasado”.
Así pues, no tengamos sensación de culpa ni de que estamos abandonando al bebé: nuestra actitud influirá en que supere su angustia cada vez que nos separemos de él.
Si seguimos estos consejos, no le sobreprotegemos y le brindamos la oportunidad de estar con otras personas desde los primeros meses de vida, pronto será capaz de decirnos adiós regalándonos la mejor de sus sonrisas.
La importancia del peluche
Puede ser un peluche, un trapito suave, una almohadita… En algún momento, generalmente a partir de los tres meses, el bebé elige un objeto de entre todos los que le rodean y lo hace especial para él. Atribuye al peluche o a la mantita, que no tienen nada de especial, algo que le da confianza. El niño querrá ese olor, ese tacto, sólo ese peluche o esa mantita. No se sabe por qué elige uno y no otro que nos parece más bonito. Lo que el pequeño descubre es que algo, que no es mamá ni papá, también le calma, acompaña, consuela y, sobre todo, le da seguridad. Como si fuera su representante. Así lo llevará con él y lo buscará para dormir o cuando esté enfurruñado.
Poco a poco, ese objeto de consuelo ya no será necesario. Entonces sabremos que el niño está preparado para enfrentar sus dificultades sin que el objeto le acompañe, porque habrá aprendido a confiar en sí mismo y a estar seguro de que puede él solo.