“No encuentro el estuche”, “He perdido la regla”, “Me he dejado el libro en clase”, “¿Dónde está la flauta?”, “Hoy tenía que haber entregado una redacción y me olvidé”… Los padres con hijos en edad escolar han escuchado más de una vez frases como éstas. Y los profesores podrían escribir un libro sobre los descuidos y despistes de sus alumnos. Aunque sea un mal común, no debe ser ignorado. El desorden y la falta de organización no son buenos compañeros del estudiante; al contrario, pueden afectar negativamente a su rendimiento escolar. Para evitarlo, los padres podemos ofrecer a nuestros hijos pautas y herramientas útiles encaminadas a crear un buen hábito de estudio. El primer paso es enseñarles a mantener un orden en sus cosas y en su entorno; eso les ayudará a organizar mejor las tareas y a realizarlas con más eficacia.
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Le cuesta leer
Aprender a leer es uno de los logros más importantes que se realizan en el colegio. La lectura es el camino que conduce a la adquisición de otros conocimientos. De manera que, si el aprendizaje no se hace bien, las consecuencias negativas afectarán a otras materias: cuando un niño lee mal, muy despacio, equivocándose mucho, no entendiendo lo que lee, irá mal en Lengua, pero también en otras asignaturas: en Conocimiento del medio, en Matemáticas, etc.
En el colegio suelen detectar enseguida si el alumno tiene alguna dificultad. El seguimiento que hace el profesor en clase, junto con el apoyo de los padres en casa, son fundamentales para ayudar al niño a mejorar. Es probable que el maestro ponga de tarea un rato de lectura diario. Y esto que parece cosa fácil, a menudo no lo es tanto por la oposición del niño.
• Nuestro ejemplo es importante. Es fundamental que nuestro hijo vea libros en casa y nos vea leer.
• Seleccionemos lecturas que le gusten, adecuadas a su edad y nivel, ni muy largas, ni complicadas. Preguntémosle a él y, en caso de duda, pidamos consejo al profesor.
• Es buen momento para visitar alguna biblioteca cercana, sacarle el carné de socio y dejarle curiosear entre las estanterías para que elija los libros que más le atraigan (aunque no coincidan con nuestras preferencias).
• Aunque ya sepa leer, sigamos reservando un tiempo cada día para leerle cuentos, por ejemplo a la hora de dormir. Es una costumbre que mantiene vivo el interés por los libros.
• No hagamos de la lectura un castigo ni una obligación ni una imposición del colegio. Más importante que conseguir que lea diez minutos diarios es hacerle ver que leer es un pasatiempo fantástico. En vez de amenazarle (“Como no termines la lectura, no irás a jugar”), despertemos su curiosidad: “¿Qué tal si leemos el segundo capítulo? Estoy deseando saber lo que pasa, ¿crees que conseguirá vencer a los piratas?.
• Busquemos el momento y el lugar apropiados para leer: un rincón tranquilo y agradable, con buena iluminación, sin perturbaciones (sin tele, sin hermanos que alboroten a su alrededor, sin conversaciones de fondo).
• Si cumple el objetivo de leer cada día un rato, hay que felicitarle por ello.
Para aprender a leer hace falta un determinado grado de madurez y poseer ciertas habilidades. Como cada niño evoluciona a un ritmo, es normal que unos tarden más que otros en lograrlo. Ahora bien, hay que distinguir entre un simple retraso en la adquisición de la lectura y un verdadero trastorno de aprendizaje. Un cinco por ciento de los niños entre siete y nueve años, sobre todo varones, presenta trastornos de lecto-escritura. Es decir, presentan una clara incapacidad para adquirir el mecanismo de la lectura o lo hacen con un retraso importante, muy por debajo de lo esperable para su edad y grado escolar. Es preciso diagnosticar y tratar cuanto antes el trastorno.
Además de fomentar el gusto por la lectura, los padres podemos:
• Estar en contacto con el tutor. La colaboración es importantísima para conocer sus dificultades, progresos, el refuerzo que necesita…
• Transmitir confianza. “Estamos seguros de que muy pronto lo lograrás”.
• No atosigarle. Necesita tiempo. Si le presionamos, se angustiará y leerá peor.
• No corregirle. Al menos, no señalarle todos los errores que cometa; centrarse en los que estemos trabajando con el profesor.
• No criticarle ni compararle. Decirle lo bien que leen otros y lo mal que lo hace él no le ayuda en absoluto y puede dañar su autoestima.
• Resaltar sus cualidades. Seguro que hay actividades en las que destaca, y hay que recordárselo. “Qué bien montas en bici”, etc.
• Animarle por sus avances. “¡Bravo! Hoy has leído mucho mejor que ayer, sin equivocarte”..
Si cumplimos estos puntos, poco a poco, lograremos despertar en nuestro hijo el amor por la lectura.