El teatro constituye una de las opciones de entretenimiento familiar más atractivas. Para los niños, presenciar en vivo y en directo una obra teatral es todo un descubrimiento, una vivencia tan distinta a la del cine o la televisión, que suelen quedar fascinados.
Si tenemos la oportunidad de acudir a una función de teatro, aprovechémosla. Pero antes, tengamos en cuenta algunos aspectos fundamentales para que la actividad sea un éxito y los pequeños quieran repetir:
Tipo de obra.
A los más pequeños suelen gustarles los títeres y las historias con personajes conocidos (Pinocho, El patito feo…). La puesta en escena es importante: la música, el decorado, el vestuario de los actores, las luces, etc. También son recomendables los espectáculos interactivos, en los que se invita a participar a los espectadores (los niños lo pasan bomba cuando pueden subir al escenario).
Edad recomendada.
Es el primer dato que debemos conocer. A veces se ofrece una información precisa (por ejemplo: “para niños de 4 a 8 años”); otras la obra se anuncia con un simple “público familiar”. Aunque algunas compañías representan obras para bebés, si no se especifica otra cosa, la edad idónea para empezar a llevarles es a partir de los 3 ó 4 años. Y aunque algunas historias encandilan a grandes y pequeños, tengamos en cuenta que, si vamos con hermanos de distintas edades, es posible que lo que a uno le entusiasme, a otro le aburra.
Información previa.
Para no equivocarnos, conviene recabar cuantos más datos mejor: a través de Internet, en las taquillas del teatro, en guías de ocio especializadas… La mejor crítica del espectáculo la suelen hacer otros padres (busquemos opiniones en foros de espectadores). También podemos pedir opinión a los profesores y/o educadores de nuestros hijos.
Compra de entradas.
Es mejor hacerla con antelación. Así podremos elegir las butacas adecuadas: cerca del escenario los niños disfrutan más; si están muy alejados, es fácil que se desentiendan de la historia. Si es posible, escojamos asientos próximos a un pasillo, por si hay que salir de la sala en mitad de la obra. Además, la compra anticipada de entradas evita que tengamos que guardar cola antes de entrar (la espera cansa a los niños).
La mejor hora.
Lo ideal es acudir cuando el niño está descansado y ha comido recientemente. Procuremos que la función no coincida con sus horas habituales de siesta o merienda, y que la obra no se prolongue demasiado. Los teatros suelen tener en cuenta las peculiaridades del público infantil y programan sesiones infantiles a primera hora de la tarde o en horario matinal. Las obras destinadas a menores de tres años suelen durar media hora, y a partir de esa edad, unos 60 minutos. Si hay intermedio, aprovechemos para que el niño corretee un rato.
Una charla previa.
Aunque sea pequeño, podemos hablarle de la historia que vamos a ver, de los protagonistas, etc. Aprovechemos para darle algunas pautas básicas de comportamiento: deberá guardar silencio, permanecer sentado, no molestar a otros espectadores, etc.
Puntualidad.
Es una regla fundamental siempre que se va al teatro. Conviene ir con tiempo de sobra para encontrar los asientos, llevarles al lavabo, etc. Aprovechemos los instantes previos para observar la sala y comentar con ellos sus características: el telón, las luces…
¿Y si se aburre?
A veces el niño no entiende la obra y pierde el interés; otras su duración es excesiva y se cansa de estar sentado. Si da señales de desgana (se levanta, empieza a molestar a los demás, pregunta si falta mucho) podemos intentar acomodarle en nuestro asiento o salir a estirar las piernas. Cuando esto no funciona, es mejor no insistir. Pero tampoco desistamos. Probemos más adelante, porque el teatro es una opción cultural que merece la pena conocer.