Recetas Supernanny: Huevos a la cazuela.

Ingredientes (para 4 personas):

4 huevos

1 1⁄2 kg de guisantes frescos

1⁄2 kg de patatas

1 cebolla grande

2 dientes de ajo

3 cucharadas soperas de aceite de oliva

1 l de agua

perejil

sal

1. Poner a calentar el aceite en una cazuela de barro. Picar la cebolla y freírla, hasta que esté dorada.

2. Echar el agua. Cuando empiece a hervir, añadir los guisantes.

3. A continuación, picar el ajo y el perejil, e incorporarlos al guiso. Dejar que cueza durante 15 a 20 minutos.

4. Pelar y cortar las patatas en cuadrados. Añadir a la cazuela. Echar sal y dejar que siga cociendo unos 25 minutos (probar la patata y los guisantes para ver si están bien hechos).

5. Cuando estén cuajados, retirar la cazuela del fuego, echar perejil picado por encima y servir.

Consejo:

Para que las claras queden bien cuajadas y las yemas en su punto (líquidas), conviene echar primero las claras a la cazuela y, una vez que estén hechas, poner encima las yemas, retirando enseguida el guiso del fuego.

Buenos modales en la mesa

Tan interesados estamos en que nuestros hijos coman de todo y sin rechistar, que a veces hacemos la vista gorda con las formas: “¿Qué más da si coge la comida con las manos? Con tal de que se acabe el plato…”.  Como si las formas no importasen. Y sí importan.

• El hábito de la alimentación que tratamos de inculcar en los niños no consiste sólo en enseñarles a comer de todo, sino en que lo hagan del modo adecuado. Al igual que hay unas horas y un lugar determinado para comer, existe una forma de hacerlo: hay que sentarse a la mesa, utilizar los cubiertos, etc.

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Demasiado tiempo en la vídeo-consola

La enorme afición de los niños por estos juegos —ocupan los primeros puestos de preferencia en todas las encuestas— hace que los padres se preocupen por el tiempo que pasan con ellos. Y está bien preocuparse por que no jueguen siempre con lo mismo, sobre todo, siendo un juego en el que están quietos, pero también hay que ocuparse de cómo juegan con la vídeo-consola: ¿qué juegos les gustan? ¿juegan solos y aislados? ¿se ponen nerviosos con algún juego?

Hay que enterarse. Así como estamos al tanto sobre juguetes o ropa hay que conocer los videojuegos. Para muchos padres será un mundo nuevo pero es una experiencia que nadie debería perderse. Es una de las poquísimas actividades en las que los niños pueden ser maestros de los padres, permitirles que nos enseñen será tan enriquecedor para ellos como para los adultos. Los niños ocupan un lugar nuevo para ellos, por una vez son los que saben, y los padres se enterarán no sólo de cómo se juega a eso que parece tan difícil, sino de cómo ve su hijo cada videojuego, de si es capaz de compartir lo que sabe enseñándolo y de si deben preocuparse por el hecho de que su hijo juegue con la vídeo-consola.

No pasemos de los videojuegos, no los consideremos parte de la vida de los chicos, hay que integrarlos en el proceso de la educación. Así como nos interesamos por las películas que pueden ver o los libros que nos gustaría que leyeran, hay que saber qué videojuegos queremos que jueguen. En cuanto se conozca un poco, se verá que hay juegos maravillosos. Que los niños nos cuenten de qué van los juegos y cómo se mueven los muchos botones del mando, que jueguen un rato con nosotros, a pesar de nuestra torpeza. Es un ámbito en el que tenemos que entrar si no lo hemos hecho ya porque, según los datos, la edad promedio del jugador a nivel mundial es de 29 años. Y varios estudios comprueban que para los adultos jugar a videojuegos ayuda a descargar el estrés contribuyendo a la buena salud.

Para qué sirven los videojuegos

Tienen una estética muy cuidada, los escenarios, los personajes, todo el aspecto visual está trabajado con esmero, igual que una película o las ilustraciones de un bonito libro. Pero no se trata nada más que de placer estético, los niños, cuando juegan, desarrollan capacidades de conocimiento, de imaginación y de esfuerzo.

Los videojuegos, en general:

• Favorecen la organización espacio-temporal, hay que estar en el momento preciso en el sitio justo

• Desarrollan la coordinación entre la vista y las manos

• Desarrollan destrezas básicas como la rapidez de reflejos y la memoria

• Exigen la puesta en práctica de tácticas y estrategias

• Aumentan la rapidez de razonamiento y toma de decisiones

• Estimulan el afán de superación

• Requieren concentración, lo que los hace muy adecuados para niños muy inquietos o que se distraen con facilidad

• Desarrollan la capacidad de procesar mucha información al mismo tiempo

• Familiarizan con la tecnología. No sólo a través de la destreza manual, en el caso del mando, sino también con la concepción de lo que ocurre en la pantalla

• Aumentan la capacidad de reacción en situaciones imprevistas

• Aumentan el ángulo visual. Los videojugadores tienen un campo visual más amplio

Como padres podemos también asomarnos a este mundo que desborda la imaginación, viviremos aventuras con nuestros hijos, trazaremos estrategias, adoptaremos distintas personalidades y desarrollaremos habilidades. Así veremos de cerca lo que atrae a los niños y sabremos si hemos o no de preocuparnos por su afición.

TIPOS DE VIDEOJUEGOS

Según el argumento se dividen en seis clases y los hay para todos los gustos.

• Arcade. Son los de plataformas o laberintos, hay que llevar al personaje a través de los escenarios de las distintas pantallas. Son juegos muy rápidos que requieren tiempos de reacción mínimos. Precisan grandes dosis de atención y memoria. En jugadores predispuestos pueden provocar nerviosismo o estrés.

• Acción. Luchas y peleas. Se basan en ejercicios de repetición, por ejemplo, con tal botón el personaje da una patada. Imponen un ritmo veloz y exigen rapidez de reflejos.

• Deportivos. Hay de fútbol, tenis, baloncesto, conducción… recrean diversos deportes. Ponen en juego la habilidad, la rapidez y la precisión.

• Estrategia. Son los de aventura, rol y juegos de guerra. Consisten en trazar una estrategia para superar al contrincante. Exigen concentración, saber administrar recursos, pensar y definir estrategias y prever los comportamientos del rival.

• Simulación. Todos aquellos que simulan el funcionamiento de máquinas como aviones. Permiten investigar y experimentar. Necesitan de estrategias complejas y de conocimientos específicos.

• Juegos de mesa. Los de habilidad como el Tetris, preguntas y respuestas… Igual que los de toda la vida pero mejores. Y los de habilidad son muy útiles para desarrollar la organización en el espacio, la rapidez de reflejos y diferentes coordinaciones.

¿Cómo elegir los juegos?

Es muy fácil, están más clasificados que las películas. Los fabricantes de los videojuegos junto con consumidores, padres y grupos religiosos han elaborado el código PEGI (Pan European Games Information), que se usa en toda Europa en cualquier software interactivo.

Este código tiene dos índices de información. Uno, con números, indica para qué edad es adecuado el juego. Los clasifican en 3+, 7+, 12+, 16+ y 18+. Pero no tienen en cuenta la dificultad del juego sino los contenidos.

El segundo índice informa, precisamente, sobre los contenidos del juego. Con íconos indica si contiene lenguaje inapropiado, si muestra desnudos o referencias sexuales o si hay escenas de violencia. El código PEGI es tan estricto que, por ejemplo, la presencia de un cigarrillo en el contenido del videojuego es motivo para que aparezca el icono de “Drogas”.

Aunque no es obligatorio, prácticamente todos los videojuegos llevan el código bien visible en su carátula. Eso nos permitirá acertar en la compra y disfrutar sin ningún riesgo.

REGLAS PARA EL USO DE LA VíDEO-CONSOLA

La tecnología nos rodea, a sacarle el jugo entonces. Así como hacemos un buen uso del teléfono, la nevera o la tele, se puede hacer un uso excelente de la vídeo-consola. Sólo hay que tener en cuenta cuáles son los aspectos perjudiciales para poder anularlos.

• Compremos más de un mando. Al comprar una vídeo-consola, hay que comprar más de un mando. Que también se pueda jugar solo no quiere decir que no se pueda con otros. Así deja de ser un juego en solitario. Tíos, abuelos, amigos, todos podrán jugar. La mayoría de las consolas permiten hasta cuatro mandos.

• ¿Dónde ubicarla? En el centro de la casa, allí donde la familia se reúne, puede ser el salón. Si se pone en un lugar aislado, en un cuarto o un estudio, es lógico que el vídeo-jugador se aísle. En la sala se facilita que otros niños o adultos se unan al juego. Además viene bien para echarle un ojo a lo que juegan y cómo lo juegan.

• ¿Cuánto tiempo pueden jugar? Es algo que se debe acordar con los niños teniendo en cuenta algunas cosas. Estrenar vídeo-consola es apasionante pero la pasión no dura más de tres meses, después se calma y es un juego más. Estrenar videojuego, más de lo mismo. Pero al margen de estos grandes momentos los especialistas coinciden en que el niño no debe dedicar más de dos horas diarias entre vídeo-consola, Internet y televisión. Es importante que aprenda a controlarse, que la apague él mismo. Esto se puede conseguir mediante “alarmas naturales”, como que tenga que hacer alguna cosa o ir a un lugar y eso le indique que es hora de desconectar; por ejemplo si va a entrenar a las 18.00 h, ya sabe que a las 17.30 hay que apagar y prepararse para salir.

• ¿Es un juego seguro? Hay juegos que se juegan en línea, hay que tomar precauciones para que los niños puedan hacer un uso seguro de Internet. En las carátulas de los videojuegos vienen recomendaciones sobre edad, contenido, incluso a qué distancia de la pantalla hay que situarse, posturas correctas… Pero ojo con los intercambios de juegos entre amigos, porque los padres no se enteran a veces de a qué están jugando sus hijos.

• ¿Cuáles regalarles? Como con cualquier regalo, hay que atender los gustos del destinatario. Pero como los videojuegos son un mundo por descubrir para cualquiera, si el dinero no lo impide, se pueden regalar de dos en dos, uno que sepamos que le gustará al niño y otro que queramos que le guste. En Internet abunda la información sobre toda clase de videojuegos, muchísimo más que interesantes.

¿CUÁNDO PREOCUPARSE?

El propio atractivo de los videojuegos a veces los convierte en escapismos de situaciones complejas. Un estudio llevado a cabo entre once mil niños de la Unión Europea reveló que la vídeo-consola era la compañera ideal para olvidar conflictos. No obstante los mismos niños también señalaban que preferían socializar el entretenimiento buscando compañeros para los juegos o intercambiándolos. Aunque jugar solo no tiene nada de malo, al contrario, es signo de una personalidad saludable, si se convierte en un exceso es señal de que algo no anda bien.

Cualquier cambio brusco en la personalidad del niño, tanto en la escuela como en casa, si presenta reacciones desmedidas o dificultades nuevas, debe llamar la atención de los padres. Pero hay que tener claro que la vídeo-consola no es la causa de estos problemas aunque puede ser usada por el niño para escaparse de ellos y no pensar.

Si invierte tiempo de sueño, de comida o cualquier otra actividad que antes hacía: deberes, juegos con amigos, actividades deportivas… puede que exista un problema.

Hay que estar atentos y, como en cualquier otro aspecto de la vida, cuidar de que haga un buen uso de algo tan maravilloso como los videojuegos.

Dice palabrotas

Las palabrotas aparecen normalmente por imitación. Los niños las han escuchado de sus padres, es lo más frecuente, compañeros del colegio, algún familiar o persona significativa para ellos, o también, en la televisión o en alguna canción. Pero a esta edad no conocen el significado de los que están diciendo, por muy fuerte que le resulte a los adultos.

Los niños sólo saben que eso que dijeron es muy provocador, por esto es importante evitar cualquier reacción desmesurada y explicarles, con calma, que eso no se dice porque ofende y es de mal gusto.

¿Por qué las dicen?

Porque han descubierto que ciertas palabras alteran a sus padres. Saben que, en general, decir palabrotas no falla, llama la atención y provoca reacciones en los adultos: les castigan, se ríen, les enfada o lo festejan. A un niño, que sabe que tiene un recurso para atraer la atención, le será muy difícil resistirse a usarlo, lo más probable es que lo utilice hasta cansarnos.

Cuando los hijos reclaman atención, hay que saber dársela. Muchas veces, sin darse cuenta, llevados por la cantidad de cosas que hacen día a día, los padres no les muestran toda la dedicación que necesitan los niños y ellos la reclaman. Lo que hay que enseñarles es que decir palabrotas no es la forma adecuada de llamar la atención.

También puede pasar que, aunque les cueste darse cuenta, los adultos disfruten con la situación y les cause mucha gracia. Esto los niños lo perciben y les resulta imposible resistirse a seducir a quienes tanto aman.

Qué hacer para que dejen de decirlas

Es fundamental demostrarle al niño que sus palabrotas no consiguen el efecto que busca. Para esto hay que aplicar la “técnica de la extinción”, que consiste en no atender los comportamientos negativos. En este caso, hacemos oídos sordos cuando dice palabrotas, no las oímos.

Para que la técnica sea completamente eficaz, es necesario contar con la colaboración de todos los adultos importantes para el niño. Hay que explicarles a los abuelos, tíos, vecinos… cómo deben actuar ante los comportamientos negativos del niño. Decirles que, al ignorar las palabrotas, lo que se hace es quitarles todo el valor, ya no valen para ser el centro de atención. Aunque suenen muy fuertes o muy graciosas, hay que permanecer impasibles.

Es muy probable que, al principio, la indiferencia de los adultos desconcierte a los pequeños. Sobre todo a aquellos niños que la primera vez que las dijeron cosecharon toda clase de reacciones, fueran de enfado o de risa. Muchos, como reacción inicial, intensifican su conducta, sueltan más tacos que nunca y hasta levantan la voz con la esperanza de ser escuchados. Pues no, no es diciendo palabrotas como serán atendidos. Si se persiste en la conducta de ignorar el comportamiento negativo, éste desaparece. Al ver que las palabrotas no tienen efecto en su entorno, los niños dejan de decirlas.

Es muy importante que, al mismo tiempo que se ignora el comportamiento negativo, se refuerce el positivo, es decir, un modo de actuar que sustituya las palabrotas. Por ejemplo, si expresa “Estoy enfadado”, o si cuando va a decir un taco suelta “¡Corcho!”, o si al hacer un relato de algo no incluye palabrotas donde antes las utilizaba. Hay que prestar mucha atención y felicitarle por lo bien que le entendemos cuando habla así. O se le puede premiar con una actividad atractiva porque sabemos que ha hecho un esfuerzo importante para no decir tacos, como ir con él al cine. Así será mucho más fácil conseguir nuestro objetivo, ya que en la educación funcionan mejor los refuerzos positivos que premian las conductas que queremos que el niño adopte.

Cuando las dicen por primera vez

Si los padres están advertidos, será más fácil que reaccionen de forma adecuada desde el comienzo. Hay que tener en cuenta que hasta los 7-8 años los niños no atribuyen a la palabrota la intención de herir. Por tanto, se puede probar:

• A convertirlas en inocentadas. Es muy divertido proponerles formas que no resulten ofensivas: gilip-uertas, miér-coles, coñ-ntra, meca-chis, coj-ines. Vale jugar, pero no vale decirlas. Así esas palabras, transformadas, se pueden usar como exclamaciones que no alteran a nadie. Claro que, como no provocan reacciones, tampoco son muy utilizadas.

• A leer cuentos sobre la gente del mar. En los cuentos de marineros, los loros y los piratas suelen decir cosas muy llamativas, como “rayos y centellas” o “tiempo de perros”. Es una manera de empezar a que reconozcan que existen expresiones de todo tipo, algunas impropias y malsonantes que a los padres no les gusta escuchar.

¿Cómo parar una rabieta?

Todos los niños tienen momentos terribles en los que nos ponen a prueba. Les pasa a nuestros hijos y a los de los demás. ¡Cuántas veces hemos visto por la calle a un pequeño casi afónico de tanto gritar su desconsuelo y a unos padres con cara de circunstancias aguantando el tipo! El que monten semejantes escándalos no se debe, en general, a que estén mejor o peor educados ni a que sean más o menos caprichosos. Las rabietas tienen que ver con su desarrollo.

Antes de los tres años, el niño aún no tiene el suficiente dominio del lenguaje como para expresar qué le ocurre. Verse obligado a hacer lo que sus mayores le mandan, no poder imponer su voluntad a otros niños en el parque o en la escuela infantil puede ponerle fuera de sí. Cuando su deseo no coincide con el de los demás se siente frustrado y un modo de comunicarlo es mediante una estridente pataleta.

El momento culminante de estas rabietas se produce entre los dos y los tres años, aunque también se darán durante los cuatro y habrá que esperar alguna que otra a los cinco. El apogeo de sus manifestaciones de ira se produce porque a esta edad necesitan autoafirmarse como seres individuales e independientes. Por supuesto que es muy pronto, pero ellos aún no lo saben, tan solo acaban de estrenar sus nuevas habilidades y ya se creen capaces de reivindicar su autonomía. Los padres deben estar preparados para afrontar rabietas de alta intensidad, a veces sin entender si quiera qué las ha provocado.

Cómo actuar con un niño enrabietado

Es probable que el enfado de nuestro hijo sea tan exagerado, persistente y aparentemente injustificado, que nos den ganas de agarrarnos una rabieta también nosotros. Obviamente, ponernos a llorar y patalear no es lo más apropiado; así que pasemos a actuar como adultos y demos estos pasos:

1. Expresarle el efecto que nos causa su rabieta: “Me estoy enfadando mucho”.

2. Utilizar palabras clave o frases cortas, como “Basta” o “Se acabó”, pero sin gritarle.

3. Decirle tranquilamente que no va a conseguir lo que quiere: “Ya te he dicho que no es hora de poner la tele”.

4. Comunicarle con firmeza, pero sin alterarnos, qué esperamos de él: “Cuando te tranquilices y dejes de llorar, te haré caso”.

5. Ignorar su comportamiento. No se trata de ignorar al niño, sino su manera de proceder. Hay que acercarse a él cada dos o tres minutos y repetirle: “Cuando te calmes, te atiendo”. Si el pequeño no razona y está totalmente fuera de sí, sus emociones le tienen como abducido, por lo que resulta inútil tratar de hacerle entrar en razón. Llegados a este punto, hablarle suele empeorar las cosas, ya que estamos reforzando su comportamiento. Lo mejor es continuar con lo que estábamos haciendo o iniciar una nueva actividad como si no pasara nada.

6. Retirarse de la situación y darle un tiempo para que reflexione; basta con dos minutos si tiene dos años, tres si tiene tres, etc.

7. Tras este tiempo de reflexión, volver y, si no se ha tranquilizado, repetir los pasos 4, 5 y 6 aumentando el tiempo de reflexión.

8. Cuando se le haya pasado, reforzar la conducta con un beso y una frase: “Cómo me gusta que estés así, tranquilo”. Hay que atender siempre al niño cuando deje de llorar, independientemente de lo que haya hecho durante la rabieta.

Es muy importante no perder los nervios ni gritar. Los adultos tienen que mostrar al niño cuál es la actitud válida para afrontar los conflictos y contrariedades. Deben mantener un tono de voz firme, pero tranquilo en todo momento.

Es hora de dar marcha atrás

Hay veces en que el niño se enrabieta porque ha aprendido que así obtiene beneficios. Cuando hemos claudicado por no oírle (“Vale, te lo compro”, “Me quedo contigo hasta que te duermas”, “Te preparo otra cosa si esto no te gusta…”), hay que procurar poner freno antes de que el pequeño se salte todas las normas y se convierta en un tirano.

A estas situaciones se llega porque hemos cedido ante demandas que nos parecían poco importantes, pero los pequeños caprichos se han transformado pronto en exigencias, y ahora, cuando tratamos de decirle que no, el pequeño monta un monumental escándalo y no para hasta conseguir lo que quiere.

La solución en estos casos es negarse y mantenerse firme por más que llore y patalee. Puede que pasemos unos días difíciles, pero el niño pronto comprenderá que su comportamiento no tiene éxito y dejará de cogerse rabietas cada vez que le contrariemos. Para ello, la técnica a aplicar será el “método de extinción”. Consiste en no atender la rabieta, apartarnos del niño y dejarle solo hasta que se calme, recordándole cada poco tiempo que cuando se tranquilice le atenderemos. Obviamente, le evitaremos cualquier peligro y, si llegara a vomitar, le limpiaremos en silencio, sin alterarnos.

Siempre, una vez que el pequeño se tranquilice, le atenderemos, daremos muestras de afecto y elogiaremos su cambio de actitud.

Paralelamente, es muy importante reforzar sus conductas adecuadas; por ejemplo, cuando tenga un buen comportamiento podemos hacerle una caricia y decirle: “Cómo me gusta cuando estás así, tranquilo”.

Más vale prevenir

En ocasiones, los padres saben con antelación cuándo planea la sombra de una rabieta. Si prevén que se aproxima, pueden tratar de evitarla.

• No pongamos al niño a prueba. Los niños son mucho más proclives a dejarse llevar por sus emociones cuando tienen hambre o están cansados. No les sometamos, por ejemplo, a una larga sesión de compras cuando es su hora de comer, si tienen que dormir la siesta o están especialmente estresados. Entendamos que su capacidad de aguante es aún muy limitada y que la tolerancia a la frustración se aprende poco a poco.

• Digámosle qué le ocurre. “Sé que te enfada el que no te lo compre, pero ya te he explicado por qué no puede ser”. Eso le ayuda a entender sus sentimientos y traducirlos en palabras. Cuando el niño es muy pequeño y no sabe hablar, podemos ayudarle diciéndole: “Muéstrame lo que quieres”, “Señala qué ocurre”. Puede que sólo con sentirse entendido frenemos su enfado.

• Ofrezcamos una recompensa. Si suponemos que va a enrabietarse en el supermercado, podemos negociar antes qué obtendrá a cambio de mantener un comportamiento adecuado: “Si me ayudas y no me pides que te compre nada, luego iremos a merendar a donde tú elijas”.

• Terciemos con una distracción. “No te voy a comprar chucherías, pero ¿qué te parece si eliges tú las galletas para el desayuno?”.

• Iniciemos un juego. Llevemos recursos en el bolso, echemos mano de juegos que le gusten especialmente y que estén reservados para los momentos de máxima tensión o saquemos a relucir el actor que todo padre debe llevar dentro.

Rabietas en público

Puede que la gente nos mire como si fuéramos unos maltratadores mientras ignoramos el comportamiento de nuestro hijo llorando a grito pelado, pero no hay que ceder por temor al qué dirán. Si el niño se sale con la suya, aprenderá que una rabieta con espectadores funciona para lograr lo que quiere; en cambio, si ve que no obtiene atención, el comportamiento cesará, ya que verá que es inútil.

El tratamiento de una rabieta no debe variar por estar en la calle o en el supermercado. Hay que seguir los mismos pasos expuestos anteriormente. Lo que sí podemos hacer si nos sentimos muy incómodos es sacar al niño del lugar y llevarle a otra parte.

Es importante mantener el control y actuar con calma en todo momento. Así el niño sabrá que no es capaz de alterar a sus padres ni estresarlos con su actitud estén donde estén.

Si los padres son firmes su hijo pronto adquirirá el autocontrol necesario, entenderá que algunas conductas no son válidas para lograr sus objetivos y encontrará mejores formas de resolver los conflictos.

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La importancia de las rutinas

Todo aquello que se pueda repetir en la vida del bebé, como acostarle en su cunita y no en otro sitio o llevarle de paseo o darle un masaje, le permite disfrutar más el momento porque sabe de qué se trata. Las rutinas dan seguridad al bebé, que pronto es capaz de anticipar qué es lo que “toca” ahora.

Tan importante como organizar un día a día estricto en el que a las 10 de la mañana hay que bañarle, a las 11 darle de comer y a las 12.30 llevarle de paseo, es que cada actividad tenga cierto ritual, respetar una forma de hacer las cosas para poder repetirlas. una vez que el niño conoce y cumple las rutinas, no importa tanto si un día le llevamos de paseo por la mañana y al otro día lo hacemos por la tarde.

Es fundamental la repetición de los mismos gestos a la hora del aseo, de dormir, de vestirle… eso logrará que, más adelante, el niño adquiera los hábitos de conducta que queremos transmitirle.

El día a día

Cada día tiene que tener de todo: comida, juegos, baño, sueño, paseo, masajes. al principio todo se organiza alrededor de la comida, ya que prácticamente sólo se despiertan para comer. a medida que van pasando más tiempo despiertos, incorporan otras actividades. Hay bebés que enseguida consiguen cierto ritmo, por la mañana pasan un par de horas despiertos y se puede aprovechar para bañarlos o pasear y se va creando el hábito. Otros no muestran regularidad, a veces tienen energía por la mañana y otras por las tardes. Poco a poco, respetando sus ganas, iremos introduciendo hábitos. Para conseguirlo, lo mejor son los rituales porque así la actividad se convierte, también, en un juego. Con ellos se puede jugar a todo, se divierten tanto con el baño como con la comida. Jugando les encantará hacer lo que tengan que hacer.

La rutina E.A.S.Y.

Easy significa fácil, en inglés. se forma con Eat, comer, Activity, actividad, Sleep, dormir y You, tú o usted. Porque en la rutina diaria también debe estar incluido ese rato para que la mamá o el papá se ocupen de sí mismos. un bebé requiere mucha atención durante casi todo el día y hay que dársela. Cuando se le da de comer o se le acuesta hay que hacerlo en exclusividad, sin estar cocinando o recogiendo a la vez. Los bebés perciben la falta de atención y a veces protestan. es más eficaz —y feliz— concentrarse en él mientras le bañamos, mimamos o acostamos.

Cuando el niño tenga estructurado el día a día mediante rutinas podremos iniciarle en el concepto de flexibilidad. no todos los días se necesita lo mismo. si está un poco malito u ocurrió algo excitante, como que por primera vez pudo sentarse y jugar un ratito sentado, se puede estirar un poco la hora de acostarse o cantarle más canciones de cuna. Lo que no hay que hacer es algo completamente distinto, como dejarle quedarse dormido en el salón.

A medida que van creciendo también las rutinas van cambiando hasta incorporar las horas de escuela infantil, los días de fiesta o el rato de televisión.

A comer

Durante el primer mes de vida, la vida del bebé se rige por la necesidad de alimentarse. Después de comer, se relaja y suele dormir. no hay que olvidar que esto de los ritmos —ahora me alimento, ahora no— es muy nuevo y que el recién nacido tiene la necesidad fisiológica de comer aproximadamente cada tres horas. Mientras estaba en la tripa de su madre la alimentación era constante, a través del flujo sanguíneo. La sensación de hambre y la actividad de comer son experiencias recién estrenadas. Y aunque algunos bebés espontáneamente hacen una pausa más prolongada durante la noche, muchos comen con la misma frecuencia que durante el día. Poco a poco el ritmo biológico del bebé se va acomodando a la noche y al día ayudado por las circunstancias del momento de alimentación. si es la noche, la luz será tenue, habrá silencio y nada de juegos, sólo la teta o el biberón y el abrazo para expulsar los gases.

Que el momento de la comida sea un momento especial, de afecto y buen pasar, es algo que permanece. dejaremos de hacer el avioncito o un bocado para mamá y otro para papá, pero la reunión familiar en torno a la mesa seguirá aunque sea mayor. a partir de los seis meses, cuando el bebé ya se sienta, es bueno que esté en la mesa con el resto de la familia. si todavía es muy dependiente, se le puede dar su comida antes y luego sentarle con nosotros disfrutando de una galletita. Lo importante es que, cuando él coma, sea un momento relajado en el que la atención de papá o mamá se dirija exclusivamente a él y a su necesidad.

Cuando son muy pequeños y sólo toman pecho o biberón, también hay que prestarles atención: mirarles, si es de día hablarles y pasearles por la habitación o acercarse a una ventana mientras expulsan el aire. todo vale para mostrarles el día y animarles a permanecer despiertos. si el ritual de la comida es muy diferente por el día que por la noche, ellos irán regulando la necesidad de comer hasta poder dormir toda la noche.

A dormir

Probablemente sea el ritual más importante, porque para dormir se necesitan ciertas condiciones y no es una necesidad que se manifiesta con la fuerza del hambre, por ejemplo. El bebé puede tener sueño y fastidiarse mucho por ello sin poder dormirse. Para ayudarle hay que estar tranquilos y dispuestos a pasar ese momento con él. Hay rituales clásicos, que se han mostrado eficaces durante generaciones y vale la pena considerar:

• La canción de cuna. La voz de la mamá o el papá y la melodía arrulladora casi siempre logran su cometido, el bebé se relaja y el sueño llega. algunos padres tienen un repertorio de tres o cuatro canciones que van variando y, como última canción, siempre cantan la misma. aseguran que los bebés la reconocen como la del adiós y se quedan dormidos.

• El baño. todo depende del efecto que produzca en el niño. a algunos les cansa y les relaja, como que los deja a punto para una comida y un sueño de toda la noche. a otros les excita y les despierta.

• El cuento. Como con las canciones, se puede contar más de uno y dejar para el final “el cuento del bostezo”. La imaginación de papá y mamá al poder: en un bosque muy silencioso (o en el barrio y se eligen personajes conocidos como la vecina de arriba, la de abajo, el chófer del autobús) sale la luna y los animales, uno a uno, empiezan a bostezar: bosteza la ardilla, el pato la ve, va a hacer “cuá cuá” pero le sale un gran bostezo, la vaca lo ve y en lugar de hacer “mu”, lanza un gran bostezo… y así hasta que los ojos del niño vayan cerrándose en un plácido sueño. Claro que la gracia está en que cada vez que un personaje bosteza, papá o mamá bostecen y también el niño si todavía está despierto.

• Adiós a todos. A muchos bebés les gusta que les lleven en brazos a recorrer la habitación o partes de la casa diciéndoles buenas noches a las personas, los juguetes y las cosas para luego terminar el paseo en su cunita.

• Mimitos. Ya en su cama, se le puede arropar bien y, si es el caso, darle su trapito o su peluche de dormir. También, un beso, una frase de amor y un masaje suave en la espalda.

• Siempre igual. Los niños son muy sensibles a los estímulos ambientales, olores, ruidos, temperatura. Por esto conviene que su lugar de descanso siempre sea el mismo. si de manera excepcional tienen que dormir en otro lado, procuraremos rodearles de calma y hacer lo mismo que haríamos en casa.

Al agua, pato. El baño es un momento de puro disfrute. Para esto, es necesario que no tengan hambre ni sueño. Hay que elegir bien el momento. si el papá no está en todo el día, se le puede reservar a él cuando vuelva a casa y que bañe siempre al bebé, sobre todo si toma pecho. algunos pequeños no quieren bañarse al principio; mantener la rutina puede ayudar a que se acostumbren.

Vamos de paseo. Es una actividad estupenda, padres e hijo respiran aire fresco y toman el sol. el bebé conoce mundo y los papás hacen ejercicio. Caminar activa la circulación de las piernas, algo especialmente bueno para las madres, tras la sobrecarga que supone el embarazo.

• En el cochecito. Hay que asegurarse de que el bebé tenga espacio suficiente, que vaya cómodo. si hace frío o llueve, le cubrimos con la funda permitiendo una ventilación adecuada. una sombrilla o la capota bastan para proteger del sol excesivo. Y a veces hará falta un mosquitero de gasa.

• En la mochila. Si el bebé sostiene la cabecita, el contacto cuerpo a cuerpo y oír los latidos de quien le lleva le resulta muy placentero. La mochila bien puesta, anudada a la cintura, es una buena forma de llevar peso sin daño para la espalda. además, permite tener las manos libres para dársela al hermanito, llevar una bolsa o rellenar un impreso en el banco. Y si hace frío o llueve, el niño va muy calentito dentro del abrigo de la mamá o el papá y bien protegido por el paraguas.

Los masajes.

Es una bellísima costumbre que nos llega desde india. deben ser masajes muy suaves, con toda la mano, no con la punta de los dedos, se trata de hacer caricias a lo largo de todo el cuerpo del bebé. Para ellos ser tocados y acariciados es muy placentero y relajante, además les ayuda a tener conciencia de las partes del cuerpo. Como tienen la piel tan delicada, es bueno darlos con un aceite o una crema hidratante que nos aconseje el pediatra. Muchos padres y especialistas aseguran que los masajes contribuyen al buen sueño del bebé y recomiendan darlos como parte del ritual del sueño.

¿Por qué madruga tanto?

Supongamos que son las 6 de la mañana y en casa reina la tranquilidad. El despertador no suena hasta las 7.30 y los padres apuran sus últimos ratos de sueño. Pero, de pronto, el pequeño de la casa abre los ojos, se incorpora en la cuna y empieza a balbucear. Como nadie va a atenderle, sube el tono, reclamando la presencia de sus padres. Éstos se aferran a la almohada. “A ver si hay suerte y vuelve a dormirse”, piensan esperanzados. Pero ante la insistencia del niño, que ha empezado a llorar, no queda más reme- dio que levantarse e ir a su encuentro. El bebé está bien, completamente despejado y deseando empezar el día.

Si esta situación se da de forma aislada, no constituye ningún problema. Lo malo es cuando se repite cada madrugada y el niño pasa a convertirse en el despertador de los padres. ¿Hay que resignarse a perder una o dos horas de sueño cada mañana?

 ¿Descansa lo suficiente?

Si un niño se despierta a diario muy temprano, es posible que no necesite dormir más. Lo primero que podemos hacer es calcular cuántas horas duerme al día, incluidas las siestas. Para saberlo con precisión, hay que ir anotando a qué horas se acuesta y se despierta cada día, y hacer lo mismo durante una semana; así estaremos seguros de que la pauta de sueño se repite.

Después podemos comparar lo que duerme el niño con lo que, más o menos, es esperable:

• Bebés de 0 a 6 meses: 15 a 18 horas de sueño.

Hacia el cuarto mes empiezan a distinguir entre día y noche, pero su ritmo de vigilia y sueño aún no está bien definido y es pronto para ponerles la etiqueta de madrugadores.

• Bebés de 6 a 12 meses: necesitan dormir unas 14 horas en total, entre 11 y 12 por la noche más dos siestas de una hora.

• De 1 a 3 años: 12 horas de media, incluidas una o dos siestas diarias, según la edad.

• De 4 a 6 años: entre 11 y 12 horas (ya no duermen durante el día).

• De 6 a 9 años: unas 10 horas.

Otra forma de valorar si nuestro hijo descansa lo necesario es observar cómo se comporta al despertar y durante el día. ¿Se levanta lleno de energía y con ganas de jugar? ¿O está un tiempo medio dormido y tarda en espabilarse? ¿De día está contento o se le nota irascible?

¿Le acostamos más tarde?

Una vez comprobado que nuestro hijo tiene las necesidades de sueño cubiertas, queda por ver qué hacemos para corregir los madrugones, si es que se puede. Lo primero que se nos ocurre es retrasar la hora de acostarle, con la esperanza de que, si se duerme tarde, se levantará tarde. No suele ser así. Si de repente un día posponemos su hora de dormir, lo más probable es que siga despertándose pronto. La diferencia es que se sentirá cansado e irritable.

Si queremos modificar un poco su horario, habrá que hacerlo muy progresivamente: retrasar el momento de ir a la cama unos minutos, dejar pasar una semana, luego retrasarlo unos minutos más, esperar otra semana, etc.

En caso de que haga siestas largas o demasiadas para su edad, por ejemplo, si con tres años sigue durmiendo un rato por la mañana y otro por la tarde, se puede probar a eliminar el descanso matutino, pero esto también ha de hacerse muy poco a poco.

No podemos obligar a un niño a dormir más de lo que necesita. Por eso, si madruga, la alternativa es acostumbrarle a que se quede en su camita tranquilamente, hasta que los mayores se despierten. Cuanto mayor sea el niño, más fácil será que entienda lo que le pedimos.

Esta estrategia es especialmente útil los fines de semana, que es cuando los adultos sufren más los madrugones de sus pequeños. Ellos no distinguen si es lunes o sábado y continúan abriendo los ojos a la misma hora (para desesperación de sus papás).

¿Cómo mantenerle entretenido?

A la hora de dormir, y como parte de la rutina de acostarle, conviene ofrecerle un objeto al que le tenga cariño y que le tranquilice. Será como un sustituto de los padres que le aportará seguridad si se despierta temprano.

Probemos a dejar a su alcance algún juguete especialmente atractivo. Si el niño es mayorcito, le explicaremos que cuando se despierte debe permanecer en su habitación con sus juguetes, sin llamarnos ni levantarse.

Para tener éxito, es importante:

• Por mucho que nos desespere, no debemos gritarle ni enfadarnos con él.

• Tampoco hay que caer en la tentación de llevarle a nuestra cama para intentar que duerma un rato más. Actuando así se corre el riesgo de que quiera dormir con nosotros cada noche.

• Podemos conseguir que se entretenga solo un tiempo razonable, pero no varias horas.

• Cuando se quede en su cama jugando, no olvidemos premiar su comportamiento con muestras de cariño y alegría.

JUGUETES DIVERTIDOS, PERO SEGUROS

Que el niño sea capaz de entretenerse sin los padres es un aprendizaje importante (además de un recurso que nos permitirá dormir más). Eso sí: hay que tener la certeza de que todos los juguetes que dejemos a su lado son seguros y que nuestro hijo no corre ningún riesgo por jugar a solas con ellos.

• No es adecuado llenar la cuna de trastos, el bebé podría subirse a ellos para trepar y además pueden estorbarle durante el sueño. No hay que olvidar que los objetos blandos y voluminosos (como peluches de gran tamaño) suponen un riesgo de asfixia.

• En la cuna, si el niño ya es capaz de sentarse, lo mejor es un juguete de los que se pueden fijar a los barrotes o a la barandilla, con teclas, piezas para encajar, y a ser posible que no emita sonidos.

• Cuando el niño ya es mayorcito y duerme en una cama, se le puede dejar junto a ésta un cajón o cesto con juegos y objetos variados para que él mismo los coja.

• Podemos reservar para ese momento juguetes especiales con los que no juega durante el día, y cambiarlos de vez en cuando para mantener vivo su interés.

¿HAY ALGO QUE PERTURBA?

Factores externos pueden contribuir a que el niño se despierte temprano y luego no vuelva a con- ciliar el sueño:

Ruidos. Conviene observar si su habitación es demasiado ruidosa de madrugada, si le llega el sonido del tráfico, si el camión de la basura pasa a esas horas bajo su ventana, si en la casa de al lado se levantan temprano (tal vez se oye la ducha, la cisterna, la alarma del despertador, el microondas…). En ese caso, valoremos la posibilidad de pasar su cuna a otro cuarto o comentemos el asunto con los vecinos.

Temperatura. En las primeras horas de la mañana suele refrescar. Si se destapa a menudo, tal vez sienta frío y eso le haga despertar. Un pijama más grueso puede solucionar el problema.

Molestias. Un pañal mojado después de toda una noche puede incomodar al bebé. Probemos a ponerle una marca extraabsorbente, especial para el sueño.

Sed. Si se levanta muy sediento, y sospechamos que eso es lo que le despierta, procuremos ofrecerle agua por la noche, antes de dormir. Si es mayorcito, podemos dejar además un biberón o su tacita con agua junto a su cama.

Una mascota en casa

Los cuentos, los peluches, los juguetes, las series de televisión, la ropa, las películas infantiles… están plagadas de la más diversa fauna porque, como todo el mundo sabe, a los niños les fascinan los animales. Traer una mascota al hogar es aumentar la familia, con todo lo que eso implica: más diversión, más afecto y también más responsabilidades.

¿Para qué sirve un animal?

Desde luego no es equiparable un perro con un pez, pero, en general, las mascotas aportan enormes ventajas a los niños.

• Permite expresar el afecto. Acariciar a un gato o un conejito es agradable para un niño, es como el peluche o la sabanita que le daba seguridad años atrás. Según escribió el sociólogo Marvin Harris, “Mientras las personas acarician a sus mascotas disminuye su ritmo cardiaco y la presión arterial (…). La mera contemplación de un pez en un acuario casero rebaja la presión arterial”. Es relajante y, de hecho, las mas- cotas se utilizan en terapias para ayudar a niños con graves trastornos.

• Da popularidad. ¿Creíamos que los niños se morían por presumir de su último videojuego? Pues no, según las encuestas, lo que de verdad les permite ganar puntos ante sus amigos es tener un animal. Les gusta hablar de él, porque saben que es un tema que interesa a sus iguales; o sea, que además se socializan.

• Aumenta el sentido de la responsabilidad. Es una utopía esperar que un niño se ocupe de su mascota; sin embargo, a esta edad ya debe colaborar en su cuidado. No podemos esperar que saque de paseo al perro, pero sí que compruebe si el recipiente de su agua está lleno. Hay que ir dándole responsabilidades conforme aumente su capacidad de desarrollo, pero aún necesita nuestra supervisión y, a menudo, que se lo recordemos cada día.

• Inculca respeto. Un animal no es un muñeco.

Hacia los cinco años los niños empiezan a desarrollar la empatía, es decir, ya son capaces de ponerse en el lugar del otro e imaginar cómo se siente. Pronto aprenden que a su mascota no le gusta ser molestada a todas horas.

• Desarrolla la habilidad motora. Llenar la botella de agua del pájaro o echar pienso en la cajita del hámster requiere destreza. Los niños ejercitan así sus capacidades.

• Ayuda a aprender. Muchos críos leen cuentos a su perro o le preguntan la lección que están estudiando. Esto les permite practicar en voz alta, ensayar, memorizar y fijar su atención ante alguien que no va a juzgarles ni corregirles.

• Proporciona consuelo. Cuando los pequeños se sienten tristes, asustados, enfadados o tienen un secreto, su mascota suele ser la primera en enterarse. Un animal es un compañero muy especial que siempre está disponible, ayuda al niño a disminuir su ansiedad y a sentirse apoyado incondicionalmente.

Enseña a cuidar de otros. El deseo de ocuparse de los demás no aparece de repente en la edad adulta, se aprende desde pequeños. Practicar con los muñecos es fabuloso, pero algunos niños creen que eso es un juego de niñas. Con los animales ese sentimiento sexista no aparece, niños y niñas perciben por igual que sus mas- cotas son seres vivos que dependen de ellos y necesitan de sus cuidados.

• Ofrece diversión. Un animal proporciona horas de juego, observación, risas y comentarios.

• Fortalece el sistema inmunitario. Algunos estudios señalan que los niños que conviven con animales desarrollan menos alergias, asma y enfermedades porque su sistema inmunitario se fortalece. Por supuesto que esto no siempre es así, y conviene estar muy atentos para detectar pronto si nuestro hijo tiene problemas por culpa de la mascota.

• Instruye sobre la vida. Los animales tienen también una función educativa porque familia- rizan a los niños con aspectos naturales, como el nacimiento, el coito, la agresividad, la muerte…

Fortalece los lazos familiares. Son como de la familia, hacemos actividades juntos, compartimos su cuidado, nos preocupamos ante su enfermedad, reñimos sus travesuras… Puede que dos hermanos se peleen, pero les une el cariño por su mascota.

También podemos decir que no

Pese a todo lo anterior, no estamos obligados a tener una mascota. Digamos que no a nuestros hijos si tenemos poco espacio en casa, si llegamos muy justos a fin de mes, si no contamos con un minuto libre, si sabemos de antemano que no podremos tratar a un ser vivo como se merece o si, simplemente, los animales nos gustan tan poco como a Cruela de Vil. En caso contrario, miremos a ver cuál nos conviene.

COSAS QUE PUEDEN HACER LOS NIÑOS DE 7 A 9 AÑOS POR SU MASCOTA

• Alimentarla

• Asegurarse de que tenga agua

• Acariciar, rascar y cepillar a perros, gatos…

• Recoger los juguetes del perro, el gato…

• Dar premios por obedecer

• Jugar a lanzar objetos para que el perro los traiga

• Jugar con los jerbos, conejos o hámsters fuera de la jaula

• Dar órdenes sencillas

• Ayudar en el baño de la mascota y en la limpieza de jaulas y enseres

• Ir al lado del perro durante el paseo

• Acompañar a sus padres a las visitas al veterinario

LAS OBLIGACIONES DE LOS ADULTOS

• Fregar los acuarios, jaulas, utensilios…

• Cortarles las uñas a las mascotas

• Darles medicamentos

• Cambiar la arena del gato, hámsters, conejos…

• Establecer reglas de disciplina

• Sacar a pasear al perro.

REGLAS BÁSICAS DE SEGURIDAD

• Un animal siempre es un animal, nunca bajemos la guardia, por más confianza que tengamos en él; hay que ser precavidos.

• Visitemos al veterinario las veces necesarias, tengamos una mascota sana que lleve al día sus vacunas y revisiones.

• En general, los niños no estarán con sus mascotas sin nuestra supervisión.

• Hay que enseñarles que no deben molestar a los animales cuando estén comiendo o durmiendo.

• Igual que ponemos límites a nuestros hijos, debemos ponérselos a la mascota: por ejemplo, que no entre en el dormitorio del pequeño mientras duerme o que no nos moleste mientras comemos.

• No forcemos la relación entre la mascota y el niño: si quieren ignorarse que lo hagan.

• Prohibamos que traten a su mascota como a un muñeco, por ejemplo, no dejemos que vistan al perro.

• Cuando van por la calle, no deben tocar a otros perros sin que su propietario les dé permiso.

• Es preferible que acaricien su lomo y no su cabeza, y deben dejar que el perro les huela antes de tocarlo.

• No hay que correr hacia un perro, sino aproximarse despacio y nunca por la espalda.

• Estemos atentos cuando haya visitas que sobreestimulen o exciten a nuestro animal.

• Aunque con el primer hijo la relación con la mascota haya ido bien, no bajemos la guardia con el segundo, y tampoco cuando vengan otros niños a casa.

Un móvil para el cuarto infantil

Solemos verlo como un juguete típico de los primeros meses de vida. Sin embargo, el móvil puede ser también un adorno duradero que aporte colorido y alegría al dormitorio de nuestros hijos. Queda bien en cualquier rincón: en la zona de juegos, encima de la cama, sobre la mesa de estudio… Y a diferencia de otras manualidades que pronto estorban o se deterioran, y que terminan en un cajón o en la papelera, ésta podrán disfrutarla a diario durante todo el tiempo que quieran.

PECES DE COLORES

Se necesita: dos palos de madera de unos 30 cm cada uno (pueden servir dos palillos de brocheta), arcilla o pasta de modelar (de la que no requiere cocción), témpera de colores, pincel, cinta aislante, hilo de nailon transparente, cartulina, lápiz, tijeras, rodillo de amasar (o, en su defecto, una botella lisa de cristal), un palillo de madera y un cuchillo que no corte (sirve uno de plástico de usar y tirar).

1. SE PINTAN LOS PALOS con témpera del color que se quiera. Una vez secos, se colocan formando una cruz y se sujetan por el centro con un poco de cinta aislante (a ser posible, del mismo tono que el elegido para pintar los palos).

2. SE DIBUJA EN LA CARTULINA un pez (de unos 8 cm de largo), que luego servirá de modelo para hacer los peces de arcilla. Se recorta la plantilla y se reserva.

3. SE AMASA LA PASTA y se extiende con el rodillo o la botella hasta que quede lisa y fina (unos 4 a 5 mm de espesor). Se pone encima la plantilla y se recorta el contorno con ayuda del cuchillo de plástico. Hay que hacer un total de 15 peces.

4. CON LA PUNTA DE UN LÁPIZ o un palillo hacemos los agujeros por donde luego pasaremos el hilo. En diez de las figuras hay que hacer dos orificios centrados, uno en la parte superior y otro en la parte inferior. En los cinco peces restantes sólo es necesario hacer un orificio (centrado) en la parte superior.

5. CON LA AYUDA DEL PALILLO o del lápiz (bien afilado), se pueden añadir detalles en relieve: los ojos, escamas, una aleta…

6. DEJAMOS SECAR LOS PALOS. Después, los pintamos con témperas de colores (es preferible usar tonos variados y vistosos). Hay que acordarse de aplicar la pintura por ambas caras.

7. FORMAMOS CINCO HILERAS de tres peces cada una, procurando alternar los colores. Atamos los peces entre sí con trozos de nailon, de forma que entre un pez y otro haya una distancia de unos 6 a 8 cm (depende del tamaño de las figuras y de lo largo que queramos hacer el móvil).

8. A CONTINUACIÓN ATAMOS LOS PECES superiores a los palos, uno a cada extremo y el quinto al centro.

9. POR ÚLTIMO, para poder colgar el móvil al techo, cortamos un trozo de hilo de unos 50 cm de largo y lo anudamos en la intersección de los palos.

SUGERENCIAS

Lo mejor de esta manualidad es que es muy versátil, se puede adaptar a la edad, los gustos y las habilidades creativas de los pequeños.

• Los peces pueden sustituirse por otros objetos o animales que les gusten más: coches,

flores, mariposas, globos, setas…

• También pueden dedicar el móvil a un tema o época del año: por ejemplo, Pascua (huevos de colores), Halloween (figuras de fantasmitas, murciélagos y calabazas), Navidad, etc.

• Para hacer las formas podemos aprovechar los moldes que usan los niños para jugar con plastilina. También sirven los que se emplean para hacer galletas (después hay que lavar- los muy bien).

• Conviene fabricar adornos ligeros, de poco espesor y no demasiado grandes, para no sobrecargar la estructura. Si nos parece que pesa mucho, es mejor sustituir los palos por listones de madera.

• Para que queden más vistosas y duren más, las figuras se pueden barnizar. También se les puede dar un toque de purpurina antes del barniz.

• A la hora de colgar las formas, vale todo: se puede poner una sola fila o bien, como en este caso, fabricar hileras de dos, tres o más elementos. Dejemos que los niños decidan.

• Otra opción es distribuir los colgantes a distintas alturas para lograr un efecto más sorprendente. En este caso, conviene comprobar antes que el móvil queda equilibrado, que no se tuerce hacia un lado.

• Si queremos que tenga música, basta colocar unos cascabeles al final de las últimas figuras, atados con hilo (hay que acordarse de hacer orificios también en la parte inferior de éstas).

• Si no tenemos a mano pasta de modelar, podemos utilizar otros materiales para confeccionar las figuritas, como cartulina (decoradas con pinturas o papel charol) o fieltro de colores. El hilo transparente se puede sustituir por cuerda, cordones de colores, cinta de raso…

• Los padres a los que les guste el bricolaje pueden recortar siluetas de contrachapado y dejar que los niños las pinten a su gusto.

TRES BUENAS IDEAS

RESPLANDECIENTE.

Con papel de aluminio se puede confeccionar un móvil ideal para colocar sobre la cama: basta re- cortar estrellas y lunas de cartón, y forrarlas con el aluminio. ¡Brillarán al moverse!

PARA RECORDAR.

La estructura del móvil es perfecta para que los niños mayores exhiban algunos de sus tesoros: objetos traídos de alguna excursión es- colar, regalitos de piñatas o juguetitos intercambiados en el recreo. Todo aquello que pueda colgarse (joyas de plástico, llaveros, adornos de pelo, posta- les, fotos, recortes…) puede formar parte de este original escaparate de recuerdos.

SUS PELUCHES PREFERIDOS.

Si nuestro hijo es de los que les gusta coleccionar muñequitos de plástico o minipeluches, y ya no sabemos dónde guardar- los, ¿por qué no improvisar un móvil? Los tendrá siempre a la vista y a mano.

NO SON UN JUGUETE…

Aunque pueden distraer y estimular al bebé, los móviles caseros son objetos decorativos no aptos para jugar. Si el hermano mayor quiere construir uno para regalárselo al pequeñín, o si nosotros mismos nos ponemos manos a la obra, tengamos en cuenta:

• Es preferible usar materiales blanditos, como tela, lana o papel.

• No debe quedar al alcance del bebé; hay que colgarlo del techo y no de la cuna.

• Tenemos que asegurarnos de que las piezas están bien fijadas y el sistema de sujeción es completamente seguro.

El placer de leer juntos

Cualquier momento es bueno para sentarse a compartir lecturas con nuestros hijos. Sólo hace falta contar con la materia prima adecuada: cuentos atractivos y entretenidos como los que aquí se proponen:

LA CERDITA CLEA

edad: 1-3 años

editorial: sM

Precio: 11,06 €

La protagonista de este cuento es una simpática cerdita que hace honor a su especie: lo que más le gusta es revolcarse por el barro y siempre lleva el hocico y el rabo manchados. El personaje cobra vida gracias a unos dibujos que se despliegan, grandes y muy vistosos, que van asombrando al lector has- ta llegar a la sorpresa final. Un libro ideal para leer y jugar con los más pequeños de la casa.

LOS ZAPATOS DE LULÚ

edad: a partir de 2 años

editorial: sM

Precio: 8,95 €

Lulú es una niña muy presumida a la que le encantan los zapatos: en el libro nos muestra sus merceditas, sus deportivas, sus zapatillas de casa, sus sandalias, sus botas de agua y hasta los tacones de mamá que usa para jugar. Lo mejor del cuento es que cada ilustración incluye una actividad: texturas diferentes para tocar y diferenciar lo suave, lo rugoso, lo acolchado…, una cinta con velcro para abrochar y desabrochar, y hasta un cordón de zapatos para anudar. ¡Una divertida forma de practicar destrezas manuales!

UN SILENCIOSO PINO Y UNA TRANQUILA CHARCA

Colección Mundo Verde

edad: a partir de 4 años

editorial: edelvives

Precio: 8,00 € c.u.

El aliciente principal de esta colección es el formato de los libros que la componen: al abrirlos, las páginas multiplican su tamaño por cuatro, para así poder ver más de cerca lo que esconde la naturaleza. Un silencioso pino enseña la vida que se oculta al abrigo de un árbol, animales que sólo es posible descubrir si nos acercamos mucho: ratones, ardillas, arañas, escarabajos, orugas, pájaros de todo tipo…

En Una tranquila charca descubrimos toda la fauna que podemos encontrar en cualquier lago o estanque, desde libélulas a mosquitos, pasando por peces y ranas, mariposas, cara- coles, huevos de sapo, etc. En resumen, dos bonitas propuestas para inculcar en los niños el amor por la naturaleza, para estimular su curiosidad y sus dotes de observación, mientras aprenden lo que es un pinzón, un tábano o un gorgojo.

OSCAR SABE MUCHAS COSAS

edad: de 4 a 7años

 editorial: everest

Precio: 6,00 €

Óscar es un niño de cuatro años que ya sabe un montón de cosas del mundo en el que vive: sabe cómo se llaman sus padres, sabe que los perros ladran y los gatos maúllan, sabe pintar… Pero Óscar es un niño curioso y quiere saber más. Por eso un día decide construir una escalera muy alta para subir al cielo y averiguar si las nubes tienen agua en su interior. No alcanzará su objetivo pero hará otro bonito descubrimiento. La sencillez del lenguaje, la letra grande de los textos, la alegría y vistosidad de los dibujos hacen que sea un libro apropia- do tanto para pre-lectores (para leérselo nosotros) como para principiantes (para que practiquen ellos solos).

CUENTOS DE MONSTRUOS (para leer, comprender y divertirse)

edad: de 6 a 10 años

editorial: sM

Precio: 12,50 €

No es sólo un libro de cuentos. Incluye cuatro historias de monstruos, pero también actividades y un montón de curiosidades sobre estos seres horripilantes (cómo reconocer a un fantasma, las actividades preferidas de los monstruos, sus platos y bebidas favoritas, los poderes de los vampiros…). Y para los novatos en conocimientos monstruosos, una ayuda: en cada página se definen palabras difíciles que aparecen en el texto: poción, piraña, garra, cresta, náusea… Un libro muy ameno que se puede leer de un tirón o bien hojear a ratos.

CARLOTA Y MINIATURA

edad: a partir de 7 años

editorial: edelvives

Precio: 6,00 €

“Me llamo Carlota y vivo recluida en una siniestra morada…”. Así comienza Carlota y Miniatura, el primer título de una nueva colección cuyos protagonistas son una niñita rebelde y su inseparable gato. Pero no hay que dejarse llevar por las apariencias. Ni Carlota es la cría dulce y buena que dice ser, ni su mascota, el adorable y desvalido animal que nos describe su ama. Los textos, muy breves, narran en primera persona lo que la niña ve y siente; los dibujos, unas ilustraciones en gris, negro y rojo que recuerdan a un cómic, son tan importantes como el texto y muestran al lector que las cosas son de un modo muy distinto a como Carlota las cuenta. Es un libro cargado de ironía y sentido del humor, que gusta tanto a los niños como a sus papás.

DINOSAURIUM

edad: a partir de 9 años

editorial: Pearson Alhambra

Precio: 37,90 €

A los que les gustan los dinosaurios, les entusiasmará este libro de gran formato y espectacular portada, acolchada y en relieve, que simula la textura de la piel de uno de estos enormes seres que habitaron en el mundo hace millones de años. Información sobre especies, alimentación, nacimiento y crecimiento, anatomía, costumbres…, además de datos del periodo en el que vivieron y algunas teorías acerca de lo que condujo a su extinción. A los niños les encantará curiosear los diez minilibros que se incluyen en el interior (adheridos a las páginas con velcro), como Dinopartes (sobre los rasgos que definen a un dinosaurio: dientes, garras, púas, colas, huesos) o Dinorama (cuatro esqueletos de dinosaurios que cobran vida con solo pasar las páginas). Un librote muy didáctico, para niños y no tan niños.

CANDELA, MISIÓN POLAR. MISIÓN TORNILLO Y MISIÓN PARCHE

edad: a partir de 8 años

editorial: Anaya

Precio: 9,00 € c.u.

Son tres aventuras, a cual más alocada y graciosa, protagonizadas por Candela, una espía- reportera valiente y lista, flaca como un alfiler, amante de las bufandas, y muy, muy torpe. En cada libro tiene una misión secreta que resolver, relacionada con un personaje conocido: el hombre de las nieves, en Misión Polar; Frankenstein, en Misión Tornillo; y el pirata Barbanegra, en Misión Parche. Y, como en todas las buenas historias, también hay un malo al que vencer: el malvado Malatrapa. Tres libros que proporcionarán entretenimiento y más de una sonrisa a los cha- vales que ya leen con soltura.